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Etiquetas inteligentes para saber si un alimento todavía es apto para consumir

Oscillum permite monitorizar, con una tinta que cambia de color, el estado de un producto alimentario, cosmético o farmacéutico

Pablo Sosa, CEO de Oscillum.

Pablo Sosa, CEO de Oscillum. / Levante-EMV

Juanma Vázquez

Juanma Vázquez

Cualquier ciudadano se ha preguntado si un alimento que lleva días en la nevera aún está bueno, una duda muchas veces difícil de resolver. Por eso, cuando en 2017 esa problemática había llegado ya en varias ocasiones a un piso de Elx en el que convivían estudiantes de biotecnología, surgió una idea: la de diseñar una manera en la que poder monitorizar el estado real en el que se encuentra un producto. Ese sería el germen que, a finales de 2019, daría origen a la firma valenciana Oscillum. 

Como explica uno de sus fundadores y CEO, Pablo Sosa, «nos dimos cuenta que teníamos una falta de información sobre la situación real en la que estaban los productos» y, en paralelo, «sabíamos como biotecnólogos que había ramas con las que poder saber eso». Esos horizontes, combinados, fueron los que llevaron a estos jóvenes a la investigación y creación de unas etiquetas inteligentes con las que esta firma puede mesurar en qué punto de su vida se encuentra un producto. «Es un tinte que podemos poner en cualquier formato», destaca Sosa, que señala cómo –dependiendo del estado que aprecia su sensor en base a los parámetros que se han fijado para la durabilidad de ese producto– esa etiqueta va cambiando de color. «Es una solución sencilla y rápida que puede entender todo el mundo», enfatiza.

Cosmética o fármacos

Esas posibilidades que ofrece su tecnología han hecho que Oscillum –compuesta hoy por once empleados– haya entrado ya en otros sectores como el de la cosmética o el de la medicina y los fármacos, aunque estos son a día de hoy tan solo un 20 % de su negocio. El 80 % restante va ligado a una alimentación en la que –resalta Sosa– también están pudiendo con sus soluciones «alargar la vida útil» de productos, previniendo por ejemplo la aparición de microorganismos que hacen que se pongan malos. Esa opción hace que África y Latinoamérica se hayan convertido en foco de atracción de su tecnología, ya que la «preocupación por el estado de los alimentos es muy alta». Y es que además de hacer negocio, «tenemos la mirada en estos mercados por el impacto social, porque podemos ayudar más», remarca. 

Dentro de esta visión, cuentan ya con distribuidores en México, Colombia, Chile o el continente africano, mercados cuyo impulso comenzó gracias a KM Zero –el hub innovador en el ámbito agroalimentario que el año pasado seleccionó a Oscillum con una de las 20 startups participantes en KM ZERO Venturing– que «nos dijeron que debíamos mirar más allá de Europa y España».

Llegar al consumidor directamente

En este contexto, a día de hoy su negocio –que ha empezado a facturar este año– se hace directamente con más de una decena de empresas, aunque en su futuro Sosa destaca que está «llegar al consumidor» y que este pueda poner la etiqueta «directamente en el producto». Es solo uno de sus objetivos. Porque, como resalta el CEO de esta empresa valenciana –cuya trayectoria ha venido impulsada por fondos propios (unos 600.000 euros), así como una inversión de 2,2 millones recibida del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI)–, estamos «buscando ‘partners’», un camino en el que prevén abrir una ronda de inversión a inicios del próximo año. 

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