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Estímulos y reformas, huevos y gallinas

Sabemos qué es lo que no funciona, pero no sabremos qué es lo que funciona hasta que lo hayamos probado satisfactoriamente. Como en aquel chiste del jefe que le dice al empleado: «me he dado cuenta de que la solución buena siempre es la última que intentas; quiero que sea siempre la primera». Nos hemos fijado mucho en Japón, y resulta que lo suyo tampoco va. Y los norteamericanos no tienen la percepción de estar en el mejor de los mundos, y se lo hacen pagar a Obama, aunque ya quisiéramos llorar con sus lágrimas. Sabemos lo que no ha funcionado, pero lo que queda por probar levanta encendidos debates sobre el orden de prelación entre el huevo y la gallina, es decir, entre el estímulo a la demanda y unas reformas pendientes que pueden incidir en el sentido contrario. Dice algún sabio que la gallina es el medio de que se vale el huevo para perpetuarse, lo que nos indica que la naturaleza complica mucho las cosas, pero como la naturaleza elimina de su seno lo que no le funciona, cabe deducir que la complejidad de sus procedimientos es necesaria. En los órdenes de la vida social, y ello incluye a la economía, la simplificación del caos también es mala consejera. Un estímulo indefinido a la demanda puede servir de poco si no se abordan las reformas necesarias para eliminar las ineficiencias estructurales, ya que en otro caso el vapor del estímulo saldrá por miles de grietas y agujeros antes de mover los pistones sin fuerza. Pero al mismo tiempo, tampoco las reformas van a disponer la energía necesaria para ser eficaces si no se dispone al mismo tiempo de un estímulo que levante la actividad económica: reformas a palo seco es lo que supuestamente hemos tenido los últimos años y así nos luce el pelo. Añadamos a todo ello que la deuda pública no para de crecer, a pesar de la reducción de tipos, mientras la privada tiene un decrecimiento muy insuficiente, y la «desinflación» no ayuda para nada a aliviar la carga de esta mochila de piedras. El mejor momento para las reformas en profundidad en un sistema político de opinión pública es aquel en que van a causar menos dolor, y eso ocurre en las etapas de prosperidad, no en las de recesiones encadenadas.

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