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Mujeres rurales, a la cola de las pensiones

Muchas personas trabajaron en el campo en tareas artesanales o industriales sin estar dadas de alta durante varias décadas

Mujeres rurales, a la cola de las pensiones

La brecha salarial en el campo es bastante más que un pequeño surco, también para las personas mayores. Después de toda una vida laboral sin parar de trabajar, la mayoría de las mujeres del medio rural tiene pensiones muy bajas una vez que se jubilan. El motivo, en la mayoría de los casos, no es otro que la escasez de años cotizados a la Seguridad Social. No todas pudieron pagarse un autónomo agrario y, entre las que sí lo hicieron, buena parte lo hizo a tiempo parcial. La situación no es mejor en las localidades con industria, al irse a la economía sumergida una porción muy significativa del empleo femenino.

El importe medio de pensiones contributivas por comarcas y municipios, difundido por el Portal Estadístico de la Generalitat, pone de manifiesto esta realidad. En los municipios de la Comunitat Valenciana de menos de 2.000 habitantes, cada mujer jubilada cobra una media de unos 593 euros; es decir, unos 80 menos que en el conjunto de la autonomía. Y esos alrededor de 674 euros de media de pensión femenina ya son casi 350 menos de lo que cobra de media un hombre cuando se jubila. A nivel territorial, las diferencias entre subsidios no son tan notables, aunque en las mujeres sí se observa que los municipios con pensiones más bajas suelen estar en el interior: en los municipios rurales. No obstante, en esto intervienen muchos factores y no todos tienen que ver con las características de la localidad, sino que también influye la composición que tiene cada población.

Así, se da la paradoja de que los municipios con las pensiones femeninas más altas y más bajas pueden estar uno al lado del otro. Es el caso de Benifallim, con una media de 885 euros -que tiene también las pensiones más altas en el conjunto global de la provincia-, y Penàguila, con 483, distan sólo seis kilómetros. El alcalde de esta última localidad, Joaquín Ballart, cree que esa circunstancia obedece a lo que es una constante al referirse a las mujeres mayores en el medio rural: «Muchas pensionistas no estaban dadas de alta en el campo», sino que el titular de la explotación era el marido. «No entraron en el mundo laboral, y ahora eso se refleja en las pensiones». Ahora bien, esa falta de regularización no quiere decir que no trabajaran en el campo, a la vez que solían llevar la casa. De hecho, ésa era la situación más habitual, y es algo que ha contribuido a que la prestación por jubilación de las mujeres rurales sea baja de forma generalizada. Lo corrobora también la alcaldesa de Alfafara, Raquel Vicedo, quien vive en primera persona la situación de haber trabajado toda la vida y percibir ahora una prestación limitada. «No era habitual que las mujeres fueran titulares de nada», afirma tajante, y añade que «siempre hemos sido las grandes castigadas en ese aspecto». En su opinión, el papel secundario al que la mujer quedaba relegada en la sociedad de antaño es una consecuencia directa de a día de hoy las pensiones sean reducidas: «Hemos hecho de todo, hemos tocado todas las profesiones, pero sin derechos y, la gran mayoría, sin estudios». Apunta, además, que «quien trabajaba en una fábrica lo hacía sólo hasta que se casaba», dado que después su papel era el de ama de casa, aunque en la práctica muchas siguieran además trabajando fuera, sobre todo en el campo. «Ahora muchas sienten que han tenido una vida sacrificada para nada, porque tienen una pensión muy baja».

Pensiones de viudedad

Una sensación muy parecida tiene Concepción Orta, vecina de Quatretondeta. Empezó a trabajar en el campo siendo todavía niña, más tarde fue sirvienta de una familia del pueblo y luego emigró a Francia, donde también trabajó como empleada doméstica de forma ocasional. Tras enviudar muy joven y regresar, volvió a trabajar en el campo, «ayudando a mis hermanos», hasta que la edad se lo permitió. Sin embargo, explica, «no he cotizado nada», por lo que su pensión es únicamente de viudedad. La alcaldesa de esta población, Silvia Soler, señala que situaciones como ésta son habituales entre las mujeres mayores de Quatretondeta, aunque otras muchas «sí estaban como autónomas en el campo, pero no a tiempo completo», por lo que la prestación que les ha quedado es igualmente baja. Como dato, en este municipio el subsidio medio que perciben las mujeres es de 609 euros, frente a 907 en los hombres. Hasta Quatretondeta, como a otros pueblos de la comarca, llegaba una forma de trabajo que en algunos hogares era un complemento significativo: la economía sumergida de la industria, como la de las fábricas textiles que hubo en Benilloba, hoy todas cerradas ya. Al igual que sigue sucediendo hoy en otras comarcas y en otros sectores, muchas mujeres trabajaban en sus casas sin protección laboral alguna. Elia Julià, concejal en esta población, explica que ella es «una de tantas que ha trabajado siempre y no ha llegado al mínimo de cotización». Tras estar ocho años en plantilla en una fábrica antes de casarse, dejó su puesto y ya no se reincorporó, sino que empezó a trabajar desde casa. «La faena no se acababa nunca, era un horario continuo», explica. «Llegué a cobrar más que mi marido, que era maestro». La diferencia es que ahora él cobra una jubilación, y ella nada. «Y en parte ha sido por dejadez mía», reconoce, «pero como yo hay muchas».

El alcalde de Penàguila subraya un detalle muy significativo: que las pensiones en los pueblos no sean elevadas no quiere decir en absoluto que las personas vivan en la pobreza. Sí es cierto que suele llevarse una vida austera, pero esto es en realidad más una cuestión cultural, y que tal vez sea clave para que a día de hoy las personas mayores vivan en los pueblos sin lujos pero también sin estrecheces. La alcaldesa de Alfafara apunta en la misma línea al indicar que no hay ahora mismo casos de necesidad en su pueblo. «La gente no vive como para echar cohetes, pero, por poco que tenga, las comodidades básicas sí las tiene». Y entre ellas suele estar la casa, que casi todas estas personas tienen pagada. Lo corrobora también la primera edil de Quatretondeta: «Antes era habitual que la gente fuera ahorrando poco a poco y sólo se lanzara a comprarse una casa o un coche cuando podía pagarlo; ahora esa mentalidad ha cambiado».

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