M ireia Mollà parece vivir en un bucle del que no puede escapar. Si prefieren, no logra salir de las trincheras, de aquellos años en que era azote diario de Francisco Camps y en los que nos dio algunas tardes de gloria. Pero el tiempo pasa. Nos hacemos mayores y a algunos, como es su caso, los nombran para formar parte de un Gobierno. Y ahí es necesario, incluso imprescindible, dejar las soflamas y las tretas de la oposición en un cajón.
Es conocido que, desde su llegada a la conselleria de Agricultura y Medio Ambiente, ha convertido este departamento de la Generalitat en un polvorín y a sus compañeros socialistas, con los que comparte labores por aquello del mestizaje impuesto por el Pacte del Botànic, poco menos que en sus enemigos. ¡Ay de ellos si estuviera en la oposición!
Esta semana, Levante-EMV ha destapado un nuevo proceder de la política de Compromís: perjudicar al sector por el que debería velar, es decir el campo valenciano. El pasado julio hizo público un comunicado en el que anunciaba la detección en el puerto de Castelló de un caso de la temible bacteria Xylella, un ‘terminator’ de árboles como el almendro y el olivo que ya ha provocado un gran destrozo en el sur de Alicante. Era falso. Una fake news de esas tan en boga en tiempos de Trump, Bolsonaro y demás especímenes del populismo más descarnado. Bueno, sí hubo un caso de Xylella en dichas instalaciones, pero se detectó hace más de ¡dos años!.
El anuncio desató la alarma en Bruselas. Un brote de Xylella obliga de inmediato a cuarentenas en el campo y al arranque de árboles. La Comisión Europea se dirigió al ministro de Agricultura, para pedirle explicaciones. El socialista Luis Planas tuvo que desmentir el desaguisado creado por Mollà y, acto seguido, le remitió una carta en la que, con elegancia, le recordó la irresponsabilidad del falso anuncio, potencialmente muy dañino para el sector. No se puede gobernar tras una pancarta.
