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Combustible financiero para el mundo rural

Combustible financiero para el mundo rural

Mucho se viene hablando de la España vacía, del despoblamiento, del abandono de tierras de cultivo, del éxodo hacia otras formas de vida vinculadas a la modernidad urbanita. Invariablemente, como telón de fondo de ese escenario sombrío aparece en el imaginario colectivo la noción de mundo rural, un concepto tan amplio que a menudo resulta difuso porque en el mismo se entremezclan desde ideas preconcebidas hasta concepciones idealizadas que poco o nada tienen que ver con una realidad mucho más compleja.

El asunto se presta a sesudos análisis que exceden las pretensiones de este espacio que tan amablemente nos brinda El Mercantil Valenciano, pero sí parece oportuno trazar algunas consideraciones al respecto en un momento como el actual en el que precisamente acaba de aprobarse la modificación del Programa de Desarrollo Rural (PDR) de la Comunitat Valenciana cuyo favorable resultado se materializa en el hecho de que vamos a disponer de casi 129 millones de euros adicionales, durante este año y el siguiente, para sufragar las iniciativas incluidas en este tipo de proyectos. Entre esas acciones figuran algunas tan básicas y fundamentales para el futuro de ese mundo rural al que aludía al principio como la incorporación de jóvenes a la actividad agraria, la inversión en industrias agroalimentarias o los planes destinados a la mejora de explotaciones.

Y es que, y aquí me gustaría apuntar la primera de esas apreciaciones en torno a la ruralidad: ese universo campestre es un paisaje poblado por figuras. Puede parecer lo que digo una verdad de Perogrullo, pero quizá no lo sea tanto si nos paramos a pensar en ciertas percepciones, cada vez más extendidas, que basan su idea del mundo rural en una especie de foto fija que remite a una suerte de bucólico museo etnográfico donde sus pobladores aparecen como meros y exóticos figurantes, aunque al mismo tiempo se les exija, eso sí, el cumplimiento estricto de toda una serie de requisitos para que garanticen el mantenimiento de ese bello y saludable ecosistema que tanto nos complace visitar los fines de semana.

Lo que ocurre, sin embargo, es que el mundo rural no es ningún museo, sino un medio de vida, a menudo difícil, que sostienen, efectivamente, sus habitantes y sin cuya presencia se convertiría en un vacío o en un desierto, por mucho que ciertas visiones se empeñen en presentarlos como sospechosos agentes de contaminación de la tierra a través de sus cultivos o como maltratadores de animales en sus granjas. Es preciso romper con esos estereotipos y proclamar con absoluta rotundidad que los agricultores y ganaderos son los principales aliados del medio ambiente y que sin su actividad y su concurso la España – y también nuestra Comunitat- vacías seguirán vaciándose todavía un poco más.

Pues bien, al hilo de lo expuesto cabría añadir otra evidencia, que también parecen perder de vista los mismos que se llenan la boca con ciertos tópicos ambientalistas en boga: sin rentabilidad, sin sostenibilidad económica en aquellas actividades que se llevan a cabo en el mundo rural no habrá mundo rural, ni siquiera para los veraneantes, los buscadores de setas o los turistas de fin de semana.

Fondos

Por eso son tan importantes los fondos del PDR y esa recarga adicional de 129 millones va reportar toda una serie de ventajas y beneficios muy estimables. Por una parte, evitaremos que se interrumpa la continuidad de algunas medidas que ha puesto en marcha la Generalitat valenciana para mejorar las condiciones del mundo rural, mientras que, de otro lado, dispondremos de mayor capacidad financiera para atenderlas debidamente.

Estamos hablando de acciones dirigidas a favorecer la incorporación de jóvenes a la agricultura -el relevo generacional constituye un reto de gran calado en términos de futuro, sino el principal- y de planes encaminados a la mejora de las explotaciones, pero también, y al mismo tiempo, de otras medidas de carácter agroambiental igualmente cruciales como las ayudas al cultivo sostenible del arroz en las zonas de humedal, la conservación de razas ganaderas autóctonas y, por supuesto, esta inyección de dinero servirá además para redoblar la apuesta por los cultivos ecológicos en el marco del II Plan de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana, elaborado por la conselleria de Agricultura y que tan buena acogida está obteniendo por parte del sector. Tampoco podemos olvidar otras acciones de tanta importancia, y que se nutren igualmente de estas partidas económicas, como la modernización del regadío, junto a la mejora de su eficiencia energética, o la potenciación de zonas forestales.

La llegada de estos fondos se produce a través de las tareas de coordinación y participación que ejecuta la Agencia Valenciana de Fomento y Garantía Agraria dentro de la gestión del Fondo Europeo de Desarrollo Rural (Feader). Sobre este punto concreto, sobre la sustancial mejora que ha experimentado el panorama en este ámbito, es de justicia destacar que este cambio de tendencia tan positivo llegó de la mano del primer gobierno del Botànic encabezado por Ximo Puig, que se encontró con el terreno baldío que había legado el PP. El último período, antes de 2015, de la gestión del PDR a cargo de los populares dejó como triste herencia la falta de diversas ayudas, entre ellas algunas tan imprescindibles como las dedicadas a la incorporación de jóvenes al campo, y sólo con la llegada del Botànic se han recuperado esas subvenciones y se ha restablecido la normalidad.

Perceptores

Algunos de los últimos datos al respecto hablan bien a las claras sobre el impacto tremendamente positivo de estos fondos sobre el medio rural valenciano, ya que de los mismos se han beneficiado más de 5.300 perceptores directos y las subvenciones han cubierto un terreno que supera las 125.000 hectáreas, al tiempo que han generado ya una inversión inducida de 189 millones de euros. No menos revelador resulta mencionar que la población que abarcan los llamados Grupos de Acción Local (GAL) en el medio rural asciende a unas 420.000 personas.

En definitiva, el mundo rural no es ninguna entelequia, sino una realidad viva, aunque también frágil y amenazada por múltiples factores y estamos obligados a preservarla y a potenciarla sin idealismos de salón, sino con hechos y proyectos empresariales sólidos e ilusionantes porque esa es la llave que abrirá todas las puertas. Cuidemos el paisaje y el medio ambiente, sí, por supuesto, pero sobre todo no olvidemos a las gentes que lo habitan y sus necesidades porque son ellos la verdadera garantía de su continuidad en el futuro.

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