Hace 12.000 años el ser humano dejó de ser recolector y cazador para convertirse en agricultor. Empezaba una nueva era en la que por primera vez el ser humano era capaz de gestionar su alimento. Desde entonces y pese a la superpoblación del planeta, la humanidad ha ganado «por goleada» la carrera y ha sido capaz de producir alimentos suficientes. Y, aún así, sigue habiendo hambre en el mundo: 820 millones de personas están subalimentadas según las últimas estimaciones y las cifras van en aumento.

El porqué de esta aparente paradoja y qué mecanismos se están articulando desde las grandes organizaciones internacionales y desde las pequeñas acciones individuales para revertirlo, fueron los ejes principales que se abordaron en el Desayuno Informativo organizado por Levante-EMV dentro de su campaña para dar a conocer los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que se está llevando a cabo gracias al apoyo global de Facsa y Caixa Popular. En la difusión del objetivo número 2 ha colaborado la empresa de restauración colectiva valenciana Irco.

Coincidiendo con la celebración en València del Día Mundial de la Alimentación, Levante-EMV pudo contar con testigos de excepción para abordar este objetivo número 2 del hambre cero: la presidenta saliente de la Asamblea General de Naciones Unidas, poeta y exministra de Defensa ecuatoriana, Mª Fernanda Espinosa y Enrique Yeves, director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO España; además de Vicente Domingo, director del Centro Mundial para la Alimentación Urbana Sostenible, Cemas, radicado en València.

Completaban la mesa la responsable de Calidad de Irco, María Guillén; la propietaria del restaurante La Finca de Elx con una estrella Michelín y embajadora del proyecto Restaurantes contra el hambre, Susi Díaz y Jorge Cavero, director de la ONG valenciana Cerai, que desde hace 25 años trabaja por el desarrollo rural, la agrodiversidad y la soberanía alimentaria. Por parte de Levante-EMV, recibieron a los intervinientes el consejero delegado de Prensa Ibérica en la C. Valenciana, Juan Antonio López Ruiz de Zuazo, y el director de Relaciones Institucionales de Prensa Valenciana, Julio Monreal.

Desde su experiencia en la ONU, Espinosa y Yeves pusieron en contexto qué está pasando en el mundo y cuál era la fotografía de la consecución de estos «ambiciosos» objetivos cuatro años después de aprobarse. «Hemos avanzado mucho en temas de salud pública, de control de las pandemias y en reducción de la pobreza extrema», aseguró Espinosa que, sin embargo desgranó que se había retrocedido en biodiversidad, en contener el cambio climático, en la contaminación de los mares y el manejo de los desechos, en la discriminación d e la mujer y en atenuar la brecha de las desigualdades.

Para la diplomática, el hambre en el mundo no era la enfermedad en sí del planeta sino el síntoma de que algo estaba pasando, como lo es la fiebre. «Tenemos la tecnología para producir pero, paradójicamente, el hambre está subiendo y éticamente no es aceptable». Para ella, el porqué venía de la mano de la falta de políticas nacionales claras y de cuestiones combinadas como los conflictos armados y las consecuencias sobre la agricultura del cambio climático. «Allá donde hay pobreza y desigualdades va a haber hambre» apuntó, recordando los 1,2 millones de personas que están malnutridas en la propia ciudad de Nueva York. «No hace falta irse a Ghana».

Una tormenta perfecta

Desde FAO España, su director Enrique Yeves ahondó en esta radiografía de los motivos del hambre en el mundo: «Cuando ya parecía que era muy real» acabar con el hambre en el mundo, «una tormenta perfecta», había vuelto a hacer subir las cifras y pintaba un futuro nada halagüeño, tormenta que para Yeves se componía de tres elementos: los conflictos bélicos, porque allí donde se está en guerra hay dificultad de acceso a la comida; el influjo «brutal» del cambio climático, porque los pequeños agricultores autosuficientes eran muy vulnerables a los grandes cambios como sequías o inundaciones y la crisis económica como guinda del pastel.

«En Brasil, Lula da Silva aplicó políticas y sacó de la pobreza extrema a 40 millones de personas y hay otros países que quieren hacerlo pero no tiene recursos y las crisis los empobrecen más», explicó.

Aprendizaje

En estos años de lucha contra el hambre en el mundo, Yeves aseguró que organizaciones como la FAO habían aprendido y las iniciativas como la «revolución verde» de los años 60 y 70 para aumentar drásticamente los rendimientos agrícolas basados en monocultivos intensivos «no son la solución» ya que «sí acabaron con las grandes hambrunas de Asia pero a un costo ambiental brutal».

Las soluciones se estaban buscando ahora, precisamente, dando un giro de 180 grados: en la agrodiversidad, poniendo por delante la soberanía alimentaria y dando herramientas a los productores locales para mantener sus cultivos y hacerlos resilientes. Ir de abajo hacia arriba para convertir «las soluciones locales en globales», tal como apuntó Vicente Domingo, del Centro Mundial para la Alimentación Urbana Sostenible, Cemas. Para Domingo, las ciudades iban a tener además un papel fundamental en este tejido interconectado que según Espinosa había que empezar a engranar «en todas las escalas, desde la comunidad, a la ciudad, el país, la región y la ONU».

En ese redescubrir de lo que se podía hacer de abajo hacia arriba, «las ciudades son puntos importantes porque comparten conocimiento» y suponían un espacio de interacción indispensable, en una suerte de «sistema solar» en el que todo estaba interconectado.

«Los alcaldes y alcaldesas deben trasladar ese mensaje: 'aunque no me vote, compre bien', porque así se estará mejorando a usted, pero también a su familia, a su ciudad, a los pequeños productores entre los que la mujer tiene un papel importante, aportará equilibrio al sistema y ahorrará a la sanidad en un futuro», apuntó Domingo. El director del Cemas abría así otra de las cuestiones fundamentales del objetivo 2 de la ONU, que la alimentación sea suficiente pero también nutritiva porque a la paradoja de sobreproducir alimentos mientras 821 millones de personas pasaban hambre se unía una segunda: «además de alimentarlos de forma suficiente hay que hacerlo bien», porque el fenómeno global de la obesidad estaba asomando y no solo en los países ricos, según apuntó Yeves, de FAO España.

Fomentar la agrodiversidad

Y aquí, la biodiversidad volvía a tener un papel relevante. «Simplificar la dieta es uno de los mayores atentados contra la salud pública», razonó la expresidenta de la Asamblea de las Naciones Unidas.

Desde la ONG valenciana Cerai que promulga, precisamente, la recuperación de la producción local y la agrodiversidad, su director Jorge Cavero recordó que todavía el 80 % de la alimentación mundial estaba sustentada en pequeños productores, para los que había que buscar modelos económicos sostenibles. «Las poblaciones deben poder decidir su modelo de alimentación para poder generar seguridad alimentaria», apuntó, recordando que el objetivo es que pudieran tener una «vida buena sin tener que emigrar» a las ciudades provocando una pérdida irremediable del conocimiento de la biodiversidad.

En este tejer de abajo hacia arriba, y de tener presente que todos, desde su entorno, podían hacer algo para luchar contra el hambre en el mundo, María Guillén expuso el trabajo que se hacía desde la firma Irco que se ocupa a diario de los menús de 60.000 personas en colegios, empresas y residencias. «Somos actores principales al final de la cadena», comentó, además con mayoría de presencia en un grupo poblacional «muy sensible» como son los escolares. «Buscamos que los menús sean saludables, seguros, sostenibles, sociales y satisfactorios y añadiría que también conscientes», apuntó Guillén recordando compromisos de la firma como el bienestar animal, el fomento de la pesca sostenible o recuperar las recetas de la dieta mediterránea y el amor por los productos frescos.

También la cocinera galardonada con una estrella Michelín Susi Díaz incidió en la necesidad de «aportar nuestro granito de arena para seguir tejiendo esa gran red contra el hambre» y puso como ejemplo la iniciativa de la que es embajadora para Acción contra el Hambre, Restaurantes contra el Hambre, que implica a 1.800 establecimientos (163 en la C. Valenciana) y que ya ha logrado recaudar 1.200.000 euros.

«Es una iniciativa bonita porque pasamos de ser buenos restaurantes a restaurantes buenos», explicó Díaz poniendo el acento en que se conseguía «hacerlo fácil» para que la gente colaborara. «La gente tiene voluntad pero no sabe el camino, necesitan ayuda para ser solidarios».

En estos restaurantes «buenos», uno de los platos más demandados era, además, solidario y cada vez que se pedía, se destinaba una parte a la ONG. «Hay que pedir a las entidades públicas que se impliquen pero también que echen mano de las empresas privadas en este empezar desde abajo» a luchar contra el hambre, porque, al final, es cuestión de todos tener «conciencia sobre la comida» y colaborar, por ejemplo, comprando productos de proximidad. Porque todo ayuda en la lucha por conseguir una alimentación más sostenible, más saludable y más accesible.