Ayer disparó la primera de las cuatro firmas pirotécnicas que se estrenarán este año en las Fallas: Alpujarreña, de la provincia de Granada. La pronunciación del nombre de la población de la que proceden se las trae: Ugíjar. Inténtenlo. A cualquier valenciano le sorprenderá que unos granadinos sepan hacer mascletás, pero hay que recordar que ésta ya es la segunda de esa provincia que pisa esta plaza: María Angustias Pérez, de Guadix, está presente desde 2010. «Plantar» mascletá en el programa oficial fallero es como estar en la Sección Especial de las Fallas. Y, para el caso, es como si los artistas fuesen de fuera de Valencia.

Como poco, es llamativo. Pero téngase en cuenta que no había firmas dispuestas o con opción a exponerse tanto (y gastar unos dineros) en la Comunitat, por lo que se tuvo que recurrir a foráneas. En el caso de Alfonso Baños Muñoz, propietario y diseñador del fuego de ayer, él aceptó venir a Valencia «porque yo suelo hacer mascletás por la parte de Alicante, por ejemplo, y de hecho prácticamente me fabrico todo yo para este tipo de disparos, salvo la traca valenciana», decía.

Contaba que como no suele tener sitio suficiente para desplegar todas las retenciones de forma habitual, suele montar en «canyeta», que es una forma antigua que ayer también utilizó en Valencia para las dos primeras retenciones. Y le funcionó muy bien. Las otras tres partes de tierra (había cinco), ya eran como las que estamos habituados a ver.

Otra rareza del espectáculo de ayer fue que el terremoto tuvo cuatro tramos o idas y venidas, puesto que va plegado en la plaza y por eso a veces parece que va y viene el sonido. El último de los tramos iba «doblado», es decir: tras las primeras detonaciones quedaron suspendidos otros golpeadores para una segunda explosión en el mismo espacio. Y, además, los últimos diez metros iban «redoblados», o sea: con otros tantos ramales entre medio. Todo este final (sonorísimo,, casi demasiado), entró con cinco ramales, cuando hay otras firmas que llegan a entrar con dos, más dulces.

Esta entrada exagerada al terremoto es lo único que no me gustó nada, y es el quid de la cuestión aquí. Pero la apuesta por el fuego moderno en la digitalización inicial (precedida, como mandan los cánones, de traca valenciana), estuvo muy bien. En general estuvo muy solvente. El golpe final, hermético y esponjoso, bien hecho, le sirvió para zanjar una 'disparà' que al público le dejó muy buen sabor de boca, de forma que salió bien esta apuesta municipal.