Tercer foráneo en cuatro días: Oscense. Y mereció la pena. Fue prácticamente clásica: sin moderneces digitales. Empiezo por lo mejor: la unión del terremoto con el cuerpo del espectáculo. Los de Huesca acertaron al hacer fluir ese momento de forma natural. No se notó la entrada al final de cuerdas y eso es lo más emocionante del asunto. Si lo ves venir (lo notas entrar), pierde gracia. Lo bonito es que todo vaya subiendo de tono, de fuerza, de velocidad€ y llegue el éxtasis terrestre sin darte cuenta. Javier Pablo Martínez Gavín, el artífice aragonés de lo de ayer, estaba emocionado, después, en el balcón municipal. No era para menos puesto que con dicha bonita realización, ofreció un momento precioso en la plaza. El que se produce cuando no sabes en qué punto está la cosa y te encuentras con que ya estás en pleno final. La naturalidad con la que hizo esta transición, es digna de aplauso. No puedo certificarles, lectores, con cuantos ramales entró el terremoto porque las autoridades competentes ya no nos dejan entrar de visita al recinto antes del disparo. Vamos a perder así valiosa información para estudiar (y explicar luego) este espectáculo. Prácticamente todo lo que sé y cuanto les cuento lo aprendí en estos últimos diez y ocho años entrando bajo la mascletá a que los pirotécnicos me explicaran el montaje de cuerdas, truenos y mechas. Pero ahora se aplica a rajatabla el Reglamento: no puede entrar ningún ajeno. Se acabó lo que se daba. Una pena.

Volviendo a ayer: tras la traca inicial hubo cuatro comienzos aéreos muy bien dibujados. No fueron del todo clásicos porque el segundo de ellos se desplegó en todo el lateral Este (Barcas-Correos), en pantalla, sin ceñirse sólo al espacio Norte habitual.

Quizás pudieran haberse intercambiado los crackers (crepitar) entre el primero y el cuarto porque llenan mucho para un inicio. Oscense acertó terminando esta parte con un marcaje bien definido: volcán verde y golpe de truenos, pasando a encender la mascletá acto seguido, como toca. Otra cosa muy bien hecha fue que los acompañamientos aéreos fueron los justos y necesarios, sin exagerar, aumentando los "bomberos" que los escupían, en cada retención terrestre.

El terremoto pese a entrar muy bien quizás declinó al final (cosa de los tiempos de espoletas en varias pasadas). Y hubo flecos en el último golpe del cierre aéreo. Menos mal que estas cosas las había compensado antes con lo de la entrada al terremoto.