Ya empieza la cosa a ponerse seria. Miguel Ángel Tomás el año pasado hizo la cuarta mascletá más valorada por sus compañeros de profesión. Sostener dicho honor acarreaba esforzarse todavía más, si cabe, al realizar el espectáculo de ayer. El artífice, al término de la «disparà», bromeó: «no fui totalmente consciente de lo bien me salió aquella ´mascletá´, hasta que no me tocó preparar la de hoy (por ayer)». Ayer, aunque empezó con movimientos digitalizados, Tomás respetó, primero, la traca valenciana ritual, que tuvo dos truenos de término, sin comérsela por detrás ni nada, como toca. Actuó, terminó, y entonces empezó el baile de igniciones eléctricas. Hizo dobles golpes de truenos abajo (Correos) que contestó con sirenas en el aire desde el Ayuntamiento. Sirenas nada exageradas. No puedo obviar un breve lapso vacío que hubo dentro de estos «inicios digitales», porque fue muy llamativo. Todo sea dicho que ahí es el único sitio donde es menos imperdonable. Pero, vamos, se notó. Luego vino lo que yo vi más bonito: la alternancia entre pitos y chicharras, jugando, además, con truenos en el suelo, en el otro lado. Usó un concepto claro y que quedó sólidamente engarzado con el resto. Las olas de volcanes rojos yendo, y verdes viniendo, creando frisos corridos (en movimiento) de truenillos, muy bien hechas, se finiquitaron con un friso unísono que sirvió, junto con una columna de truenos, de marcaje para pasar a tierra. Muy completo. Las cinco retenciones de cuerdas funcionaron muy bien, subieron de maravilla y engordaron genialmente. Los rastres se agradecían, por detrás, rellenando. Creó un cuerpo muy bonito y rotundo. El terremoto, pese a iniciarse con tres ramales, se notó como entró, pero Tomás tuvo la genialidad de acompañarlo, en el aire, con chicharras. Con eso lo revistió y engalanó, recubriendo el vacío aéreo que las mascletás clásicas tienen en este punto con un manto sonoro de fondo. El final también fue digitalizado. Había empezado así y tocaba que terminase de la misma manera: con pirotecnia moderna por delante y por detrás, abrazando el fuego antiguo de tierra. Y si en el marcaje ante-cuerdas hizo una columna de truenos, en el punto final hizo dos, dotando al espectáculo de un magistral sentido escénico.