Toni García Juan protagonizó ayer el segundo y último estreno de estas Fallas en la plaza del Ayuntamiento tras el de Nadal-Martí de anteayer. Firmó la mascletá como Mediterráneo (Valencia). Vino acompañado de Luis Brunchú Martí, descendiente de la celebérrima casa Brunchú (cuyo padre, Juan José Brunchú, falleció en diciembre). Entre ambos idearon un disparo con conceptos claros y bien definidos: los tres inicios aéreos fueron cada uno diferente (cracker, pitos y roncadoras). Y tuvieron, cada uno de ellos, un «finalito» propio: un marcaje (que se agradece porque dibuja mejor el fuego), a modo de cierre de estas pequeñas exhibiciones. Da gusto no ver todo mezclado en los inicios y que se entienda, ordenadamente, como ayer, cada sonido.

El fuego de cuerdas estuvo logrado, teniendo el muy buen gusto de estar acompañado en el aire (a dos lados), en sus tres primeras partes de las cinco que tuvo, por una sucesión de sonidos iguales a los del comienzo aéreo. Un detallazo. Estas cositas son puntazos de artista del tema. En tierra hubo golpeadores de tipo cantarella (reminiscencia antigua), que apuntalaban el ritmo. Hoy, con menos rastres, se logró un fuego más austero, más descarnado: a gustos. La entrada al terremoto, quid de la cuestión, fue suave y bonita, con tres pasadas, a las que les siguió una agradable recreación digitalizada bien hecha y clara, que le añadió un plus de generosidad al disparo. Tuvieron, eso sí, un fleco final que salió tras el último golpe, manchando un poco.