Los equipos son buenos no por quien los componen, sino por cómo funcionan. Por eso, que la «operación renove» de la Junta Central Fallera sea un acierto o un error se sabrá sólo con el paso del tiempo, cuando el nuevo equipo, con cinco incorporaciones, a cada cual más dispar, empiece a funcionar, como mínimo, en los dos años de legislatura que restan.

Ayer se acabaron las especulaciones y los adivinadores se quedaron a medias. Imposible acercar la quinielas en pleno. El resultado final es un equipo muy heterogéneo en edades, pensamientos, trayectoria fallera y hasta ideología. Sensibilidades de todo tipo, pero tampoco ningún representante de un colectivo de los que hacen o pretenden hacer opinión en los foros al uso. Resulta evidente que, con este equipo, Pere Fuset trata de evitar, en el momento de efectuar las sustituciones, que predominara el perfil político (queda dicho que hay sensibilidades de todo tipo) e incorporar falleros que, de salida, «caen bien», con el objetivo de enderezar las situaciones de crispación surgidas durante la primera parte de legislatura.

La figura del secretario general es, finalmente, para el favorito: Ramón Estellés. Era el favorito y su nombre ya sonó hace dos años, cuando Pere Fuset se hizo cargo de la concejalía. Es un hombre del partido, sí, pero también es un fallero de conocida trayectoria, incluyendo ser «Gegant» en la Agrupación Benicalap-Campanar, haber organizado numerosas exposiciones, o las Jornadas Culturales Pepe Monforte, además de presidir la comisión de Pedro Cabanes-Juan XXIII. Ayer se empezó a producir la transición y fue el todavía secretario general, José Martínez Tormo, quien fue recorriendo algunas de las delegaciones con él, especialmente el personal de secretaría.

La otra gran novedad es la recuperación de la figura de la asesoría del presidente. Son cargos que, tradicionalmente, habían sido para falleros veteranos o para aquellos que eran relevados de la vicepresidencia y para los que o se hacía una transición lo más indolora posible o, simplemente, se les dejaba en ese cargo porque iban a parar a uno mejor en otro lugar, como el ayuntamiento.

En este caso son dos nombres nuevos, con áreas bastante determinadas. Susana Remohí era la otra favorita para entrar en la JCF, pero siempre se habló de ella como vicepresidenta. Ahora será asesora del presidente para todo lo relacionado con comunicación, protocolo, relaciones externas, etcétera. La que fuera alta ejecutiva de LevanteTV y ahora directora de comunicación del IVI acaba de ser jurado para elegir a la corte de honor y después a Raquel Alario.

Además, se inhibió de la polémica con las normas de convivencia, no firmando el escrito de las falleras mayores de València de años anteriores (en el que negaban la existencia de normas).

El otro es Ramón Lluch. El hecho de que hace apenas un par de días hubiese dejado la presidencia de la Federación de Ingenio y Gracia le hizo subir enteros en las apuestas. Es un personaje muy conocido en la fiesta, pero que no está «quemado», que no es poco. Conoce los diferentes estamentos y sensibilidades y será uno de los encargados de tender puentes con los diferentes colectivos. Es licenciado en medicina y cirugía e impulsó abiertamente la apuesta por el ingenio y gracia (puso en el mapa a la que fue su comisión, Manuel Candela-Beatriz Tortosa) siendo uno de los fundadores de la federación. Actualmente pertenece a Zapadores-Vicente Lleó, donde el apellido Lluch es no sólo emblemático, sino casi un topónimo en la zona.

En las vicepresidencias se producen dos incorporaciones y continúan tres. Javier Tejero es promocionado a la vicepresidencia primera y a las cuestiones jurídicas y la delegación de falla y de incidencias incorpora ahora los deportes - es un apasionado practicante del ciclismo-, con lo que se descarga también la saturada «súper vicepresidencia» de festejos.