Una modesta comarca holandesa se convierte, los días 3 y 4 de septiembre, en uno de los mejores ejemplos de cómo un festejo para el que València tiene todos los mimbres (asociacionismo y artesanos especialistas), se convierte en un atractivo turístico de primer orden: se trata del Corso Zundert.

Se trata de una curiosa intersección entre las fallas y la Batalla de Flores: las carrozas se hacen y sufragan a través de asociaciones de festeros que representan los barrios y partidas de Zundert y cristalizan en grandes construcciones artísticas con todo tipo de estilos, incluyendo actos de presentación de maquetas y la participación de artistas-diseñadores. Con el añadido de que los comisionados (hay un total de veinte asociaciones) tienen que echar el resto en la realización de las carrozas durante los meses de verano.

Estas carrozas se cubren de flor y desfilan acompañados de "performances" de las diferentes asociaciones. Un jurado elige las mejores y, al acabar, como arte efímero que es, se destruyen, aunque no por el fuego (se utiliza el corcho blanco, pero los armazones son metálicos). La flor, que se pone a última hora al más puro estilo "punxà", sólo decora: no se lanza y, en este caso, la especie emblemática es la dalia, para las que cada asociación dispone de su campo propio.