Las Fallas 2018 empezaron a las once horas de empezar el año. Por lo menos, su primer acto no oficial, pero sí colectivo: las falleras mayores de la Federación de Fallas de Primera A acudieron a la Basílica de la Virgen para entregar una docena de ramos de flores a la patrona. Se trata de un ritual instaurado prácticamente a la vez que se creó el colectivo de fallas de la categoría de plata. Una ocurrencia de quien fuera uno de los impulsores de la misma, Armando Serra, quien pensó que la «Primera Ofrenda» no podía hacerla otro colectivo que no fueran las Fallas de Primera. Así que a las fallas, acompañadas de sus presidentes, les tocó madrugar para estar a las once de la mañana preparados para entrar. En esta ocasión, y por primera vez, ya no se trataba de encontrar un hueco entre servicio y servicio religioso, sino que se participó activamente en la misa de mediodía, siendo acomodadas en primera fila. El obispo auxiliar de València, Arturo Ros, fue quien ofició la misma en una Basílica abarrotada de público y no dudó en dar la bienvenida a la «invasión de falleras», de las que destacó el «bello gesto», recordando que el primer día del año también es el de Santa María, Madre de Dios. Con la petición de un buen ejercicio en lo personal y lo colectivo, estas flores se convirtieron en el primer adorno del año del altar mayor.

La Federación de Fallas de Primera A afronta el ejercicio con una de las mayores participaciones tras la reincorporación de Quart Extramuros-Velázquez y el ingreso de Linterna-Na Robella. El colectivo pretende, con esta asociación, dar visibilidad a estas fallas que, justo por debajo de la Especial, también hacen una apuesta muy clara por el monumento fallero.