El artista Fermín Jiménez Landa se ha levantado esta mañana en el número 2 de la «Calle Jean Cocteau» de València. Su novia, hija y algún que otro amigo le han llevado el desayuno y la pregunta no tarda en aparecer: «¿Cómo has pasado la noche?». Para Fermín: un idilio.

Anoche vivió el momento que tanto ansió durante un año: cuatro días dentro de un monumento que, además, es creación suya. Una obra creada para la Falla Corona, que nace de la atracción por el fuego, el único elemento que el poeta Cocteau habría salvado de un incendio en el Museo del Prado y que hoy Jiménez custodia. «Guardián del fuego» se autodefine.

Un edificio anodino, un bloque de viviendas de barrio que será el último hogar del fuego que se rescató en 2017, cuando con las últimas llamas de la Cremà, Jiménez encendió una pequeña cerilla. Este fuego se ha ido conservando entre quinqués y candiles, con la idea de que las fallas son algo cíclico, para que sea el mismo el que reduzca a cenizas lo que fue el hogar de Jiménez. «Quisimos juntar los años con una línea recta, el fuego del año anterior con el de ahora y mantener vivo algo tan etéreo como el fuego», explicó.

Esa especie de línea recta que une los dos fuegos se llena de historias. Es el fuego que se usó para encender las velas de una tarta de cumpleaños, para encender el calentador de agua de su casa... El uso de objetos cotidianos dieron la verdadera vida a las llamas.

En esta falla, el artista también quiso mezclar el fuego con la idea de hogar que inspira. Son esas llamas que calentaban la casa en otra década y que ahora calientan la falla de madera reutilizada del barrio, al estilo del «Cant de l'Estoreta».

El artista, que no es «mucho de formas físicas», sino más bien de sensaciones y emociones, se aviva con esta obra por el «juego de tensiones», la ambivalencia de ese fuego que «no debe de apagarse porque estamos en la recta final» y de ese otro que puede incendiar la casa antes de tiempo. «Hemos metido fuego dentro de una falla, diseñada para arder bien, y hemos metido una chimenea dentro».

Y es que la casa se conforma de tan solo una cama, leña y la estufa que contiene, como si de una antorcha olímpica se tratase, las llamas que mantienen viva la ilusión de esta comisión. El 19 de marzo, al final «la parte quemará al todo».