Los asistentes no olvidarán la mascletà vertical 2020 en la Marina el espectáculo pirotécnico que ofreció Ricardo Caballer a última hora de la tarde de ayer en la Marina de València. Salvaje y sublime a partes iguales, fue una recreación abullante, de originalísima belleza y directa al corazón por las serpentinas con los colores de la Senyera y los estruendos de los intermitentes fucsias y verdes.

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Mascletà vertical 2020 en la Marina

La quinta edición de este ya tradicional espectáculo pirotécnico, patrocinado por Amstel, convirtió el cielo de la ciudad en un lienzo en blanco en el que el protagonismo lo ostentaban los torbellinos en azul y los relámpagos multicolores que llevaban, enredados en su detonación, un sentimiento nuevo, el de las Fallas 2020. Y es que, el maestro pirotécnico valenciano no olvida que el mundo fallero es sentimental, lo que se traduce en un fino entramado de experiencias y pasiones.

El viento retrasa el disparo

Las miles de personas que abarrotaron la Marina de València durante la jornada de ayer aplaudieron a rabiar cuando terminó esta «mascletà». Una que, a causa del aire que se levantó, pasó a ser un castillo de fuegos que duró nueve minutos y que no comenzó hasta 20 minutos después del horario previsto, las 20.00 horas. No obstante, su final bien merece una mención especial. Fue un terremoto de tal calibre que las explosiones fueron tan continuadas y tan intensas que la noche se convirtió en día durante unos segundos. Ante la falta de información de la demora del disparo, la gente se inquietó y empezó a silbar hasta que sonaron los avisos previos, un preludio de la majestuosa exhibición pirotécnica de Caballer. Y es que, la espera bien valió la pena. Después de que estallase el último cohete, la Marina exclamó al unísono de alegría, como si fuera un volcán de emociones. Tras finalizar el acto, el maestro afirmó a Levante-EMV que estaba «muy contento porque ya había previsto un Plan B y la mascletà se ha salvado». Sobre la definición del espectáculo, el pirotécnico explicó que fue «un castillo con un ritmo muy difícil de explicar, pero creo apela mucho al sentimiento y la emoción».