Alejandro Santaeulalia, responsable de la falla municipal grande de 2021, es uno de esos profesionales que son capaces de tener nombre, prestigio y garantía con poco más de una docena de fallas. O mejor: con seis fallas de Especial. O mejor: con tan sólo dos podios en la máxima categoría.

Pero es así. Un séptimo premio en Primera B, en 2017, en la que era su retirada temporal de la alta competición, se saldó con cánticos de los falleros de Obispo Amigó-Cuenca, que le despidieron al grito de "Alejandro, quédate; Alejandro, quédate". Después reapareció como responsable de Santaeulalia Tematización, en la que quien lleva la confección es su hermano, Pedro.

De los tres hijos de Miguel Santaeulalia que se lanzaron a firmar, plantar y quemar fallas grandes (el benjamín, Josete, siempre ha quedado en un segundo plano, no menos importante, en el campo del diseño), Alejandro es el del medio. Por detrás de Pedro y delante de Miguel (por edad, el pequeño de los tres). Es uno de los pocos artistas de la historia que se estrenó en fallas grandes con una de Especial, la de l'Antiga de 2001. Pero es un debut-trampa: tenía ya por entonces suficiente bagaje como para no considerársele un neófito.

En su historial figura la primera falla plantada en Nou Campanar (segundo premio de Primera A en 2003) y cuatro fallas municipales. La primera de ellas, también en 2003, es seguramente la aportación más valiosa. En colaboración con Agustín Villanueva y Jorge Ballester plantó una falla confeccionada a base de instrumentos musicales. Una de las mayores originalidades del largo periodo de fallas correctas técnicamente, pero con pocas aportaciones a la historia. Una falla a la que, en todo caso, sólo lastró el hecho de estar realizada con naturaleza inanimada. Es decir, su propia idiosincrasia. Pero, en la serie histórica, una joya. También ha colaborado en otros proyectos de la falla de todos. Incluyendo el de 2006 de Ramón Espinosa en el que, destruida una parte del remate por un acto vandálico, llevó a cabo su reconstrucción en tiempo récord.

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Y es que, durante su trayectoria ha co-firmado muchos de los proyectos. Sobre todo, con Vicente Llácer. Con quien logró el primer premio en Primera A de 2013 en Maestro Gozalbo-Conde Altea,

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Sus idas y venidas en las Fallas son la demostración de que un profesional bien dotado puede desenvolverse en otras ramas. Su condición de arquitecto técnico le permitió también trabajar en escultura pública, puentes y rotondas; facetas a las que afectó la crisis de la pasada década. Pero fue en su útlima etapa en l'Antiga de Campanar en su penúltimo regreso, donde ha llegado su particular eclosión. "Barbaritats" en 2015 y, sobre todo, "Maléfica" en 2016 (una de las fallas más carismáticas del Siglo XXI) permitieron a artista y comisión dar un salto cualitativo de primera. Y entonces, se marchó, aunque, como queda dicho, aún Obispo Amigó le retuvo un año más. Una más de sus habituales idas y venidas en sus incursiones falleras. Ahora, en su nuevo regreso, vuelve a la plaza grande.