Tal día como el 10 de marzo de 2020, las Fallas sufrieron uno de esos acontecimientos que se producen una vez por generación. Tan traumático fue éste que, 365 días después, la fiesta sigue sin recuperarse. Tal día como hoy, hace un año, el Presidente de la Generalitat, Ximo Puig, confirmaba, pasadas las diez de la noche, lo que se veía venir en los días y las horas previas. Rodeado del equipo de gobierno, y tras desgranar los datos sobre la evolución del contagio del virus covid-19, anunciaba que «por todo ello, como ha sucedido en otros eventos como el Carnaval de Venecia, la Feria Internacional de Turismo de Berlín o el Mobile World Congress de Barcelona, hemos acordado, siguiendo las instrucciones del Ministerio de Sanidad, aplazar la celebración de las fiestas de las Fallas y de la Magdalena en toda la Comunitat Valenciana".

"Tomamos esta decisión por responsabilidad, por indicación de los expertos en salud pública y, sobre todo, pensando en el interés general de valencianos y valencianas. Apelamos, por tanto, a la comprensión de toda la ciudadanía valenciana ante este hecho extraordinario, especialmente de aquellas personas que se verán afectados por un decisión tan compleja».

Hoy, día 10, la situación sanitaria debía haber sido mejor y la Meditadora debía haberse quemado esta noche. Incluso acompañada de una ceremonia de fuego que anunciara la inminencia del regreso. Era lo que se pensaba a finales de año, cuando la incidencia de contagios parecía controlada. Pero la tercera ola ha desbaratado las previsiones y la fiesta continúa sumida en la incertidubre de las fechas.

Pero si volvemos a aquel otro 10 de marzo, habrá que recordar que las Fallas se levantaron con inquietud: junto con anuncios llamando a la tranquilidad porque València no era lugar de riesgo, llegaban otros que no auguraban nada bueno, como la suspensión de las clases en Madrid.

Amaneció con las primeras carpas ya levantadas, los últimos balances de las verbenas del «Prefallas» y los premios de «llibrets» de la Generalitat. Plaça de la Malva y Na Jordana se llevaban los principales galardones.

Crespo disparó la que acabaría siendo última «mascletà», ante la misma poca cantidad de gente que en los días anteriores. Planeaba una sensación extraña. Y ya por entonces más de uno se fue a casa a comer pensando que quizá había asistido a la última del ciclo. Otros preferían ni imaginarlo. Era el mediodía de la disyuntiva.

Nadie dio la voz de alarma, o no se quiso escuchar, o los horarios estaban muy ajustados. Lo cierto es que las fallas, algunas, subieron remates a lo largo del día como si nada estuviese pasando. Algunas lo pagarían muy caro.

A media tarde empezó a girar el destino. Reuniones al más alto nivel y confirmación de la noticia. Las Fallas se aplazaban. O suspendían, que para el caso es lo mismo: interrupción y ya veremos qué pasa en el futuro. Habría que esperar al día siguiente para acuñar las "Fallas de Julio".

Ya en ese momento se señala a Feria València como «Arca de Noé» para guardar esas fallas que, en ese momento, están en los talleres a punto de salir, escampadas en las plazas o levantadas en gran medida (Exposición, Reino de València-Duque de Calabria, Na Jordana, Sueca-Literato Azorín, Cuba-Literato Azorín, Costa y Borrás, Doctor Olóriz, Grabador Esteve...).

Esa noche, un grupo de falleros selectos acabó el día en medio de la desesperación, bajo el ayuntamiento, tratando de obtener más información. Y empezó la que sería una de las últimas rondas para ver esas fallas plantadas o a medio plantar. Las que siguen guardadas a la espera de mejor viento.

Un año después, las fallas siguen en estado de hibernación.