Aunque todos los años son muchos los «ninots» que, llegado el 19 de marzo, aparecen mutilados, los ataques a fallas han contemplado un cierto repunte en la edición de Septiembre. Sobre todo, por la virulencia de algunos de ellos. No se trata ya de hurtos de figuras o golpes a algunas de ellas. En esta ocasión se han visto episodios especialmente violentos. Acciones descontroladas como el ataque sañudo a Ramiro de Maeztu-Leones, o el incendio de una parte de la infantil de la Plaza de Patraix, el destrozo constante a José Maestre, el ataque a Cuenca Tramoyeres, robos en Maestro Aguilar y así, un largo etcétera.

Una de las causas se encuentra en la existencia del toque de queda y, con él, la reducción del tráfico humano en las demarcaciones. Con los falleros recluidos en sus casas y no todas las fallas con vigilante, ha habido una cierta impunidad a la hora de atacar, sin una razón aparente, los monumentos falleros. Aunque se está lejos del gran incidente de los últimos años, como fue la quema de una parte importante de la falla municipal de 2006, al lanzársele de madrugada un artefacto incendiario, que obligó a realizar una copa de forma apresurada en cuestión de un par de días.

El agresor de la falla Ramiro de Maeztu fue uno de los 27 detenidos durante las fiestas, según los datos acumulados por los diferentes cuerpos y fuerzas de seguridad. En concreto, las fiestas se han saldado con 1.500 multas (178 de la Policía Autonómica y el resto de Policía Local), 27 detenciones y 60 sanciones por botellón. La Policía de la Generalitat consumó 178 sanciones, 30 a establecimientos, 93 son por incumplimiento de la normativa covid-19 y 55 por tenencia de drogas o armas. Se contabilizan 51 intervenciones por agresiones, reyertas, coacciones o amenazas en toda la semana y hay siete comisiones sancionadas.