La aprobación de tres nuevas comisiones de falla en la ciudad de València no sólo permite recuperar el récord histórico de 384, sino hacerlo en un contexto aparentemente contradictorio, como es el de una grave crisis económica producto de la pandemia. A pesar de los avatares sufridos, más los generados por la crisis de Ucrania, la fiesta de la ciudad ha decidido ir contracorriente y tres nuevos colectivos han sido dados de alta.

La aprobación se debe, además, a cumplir los requisitos obligatorios para ello, como es el de asentarse en demarcaciones libres, sin jurisdicción de otras comisiones (durante el pleno se alegó, en ese sentido, contra la de Doctor García Brustenga), no plantar la falla en una vía rápida y no tener falleros promotores sancionados.

Las Fallas se basan en la territorialidad: toda falla dispone de unos límites en el mapa de la ciudad para desarrollarse. Resulta revelador, sin embargo, que las comisiones aprobadas han buscado más las zonas de la ciudad ya existentes desde hace tiempo: el final del Grao, varias calles del barrio previo a Benimaclet pueblo, e incluso La Nova de Campanar se asienta en la zona de la antigua Nou Campanar, y éste ya es un barrio con un cuarto de siglo de existencia.

La tendencia general es que se ha llegado a un punto en el que se va a complicar crear fallas en los barrios nuevos. Es verdad que las edificaciones están pensadas para un nuevo tipo de socialización: el de las zonas comunes interiores. Ya no son tanto vecinos de calle, sino de finca. Las posibles fallas en zonas de PAIs como los de Quatre Carreres, Patraix, La Torre, Nazaret o el Grao se enfrentarán además a otro problema: el elevadísimo precio que tendrían que pagar por adquirir o alquilar una sede social.

Ingeniero Manuel Soto-Francia se plantará junto a las vías del Grao. m.d.

De "Prolongación" a "Alameda"

Si analizamos las últimas comisiones creadas desde el año 2000 encontraríamos catorce en nuevas zonas residenciales, fundamentalmente de Camins al Grao, Benicalap y Campanar. Teniendo en cuenta que hay zonas como la prolongación de la Alameda que ahora ya no se las puede considerar tan «nuevas». Tanto es así que, por ejemplo, la falla Alameda-Avenida de Francia empezó llamándose «Prolongación de la Alameda». En cualquiera de los casos, en un evidente proceso de deceleración, tan sólo roto esta semana con la aparición de tres comisiones, pero en unas condiciones geográficas muy peculiares y favorables a sus intereses.

De las últimas autorizaciones, tan sólo Blas Gámez-Ángel Villena pertenece a barrios de edificios altos. Aunque, por ejemplo, para su sede utiliza una casa de la Font d’En Corts donde está también la asociación de vecinos.

También hay que destacar que, de todas las nuevas fallas, aquellas que se pueden considerar un éxito social (grandes censos, fallas en secciones altas) son más bien pocas. La más exitosa es, a día de hoy, La Nova d’Orriols, que ha conseguido consolidar un proyecto fuerte, con cientos de falleros y mucha ambición en sus monumentos. Las comisiones de Alameda-Francia, Alameda-Alfredo Torán y Olmos y Manuel Meliá-Carlos Cortina también estarían ubicadas en zonas nobles, mientras que las demás se mueven entre la normalidad de un término medio o cierta precariedad. Tanta, que es llamativo que han sido varios los experimentos fallidos.

Las fallas nacidas en los años de los sesenta a los ochenta (la gran urbanización de la ciudad), plantadas en vecindarios mucho más en contacto entre sí y de unas viviendas de precios asequibles han conseguido su plena consolidación. Que de las últimas 20 fallas nuevas hubiera un 20 por ciento de disoluciones habla de no haber conseguido superar la adolescencia organizativa. Y decimos un 20 por ciento porque una de las cinco, Historiador Giménez Fayos, se refundó en la calle Manuel Meliá.

Entre las fallas nuevas de este siglo también hay en pedanías donde no había falla y casos raros, cuando no rocambolescos, como la falla que se plantó en un barrio de «lofts» (Ciudad Ros Casares) y la auspiciada por una asociación de personas con movilidad reducida (Barrio Cocoteros), ambas fallidas.

Hay otro factor a tener en cuenta con las fallas nuevas: la tendencia no es la de que la crean nuevos vecinos del barrio. Es más normal que la escisión de una comisión preexistente busque acomodo en una zona lo más cercana posible.

Doctor García Brustenga- Vicente Barrera Cambra vuelve a su antigua demarcación. m.d.

Ese carácter de escisión complica, cuando no imposibilita, la idea o sugerencia de reducir en número de comisiones y tender hacia las fusiones. Nada más lejos de la tendencia, que camina desde hace décadas mucho más hacia los pequeños reinos de Taifas. Ni siquiera la crisis derivada de la pandemia ha llevado a pensar en unir fuerzas. Y es que, además, en líneas generales habrá que considerar que las comisiones han sorteado bien sus rigores: tan sólo ha desaparecido una comisión, Sirena-Delfines, que además ya venia herida previamente por la falta de efectivos.

Huecos en Ciutat Vella

Por lo que respecta al resto de la ciudad, la trama histórica o consolidada, no quedan ahora mismo muchos huecos, porque los hay en los que no se concederían. Por ejemplo, en Ciutat Vella. «Las fallas han de amoldarse a la ciudad y no la ciudad a las fallas», asegura el delegado de demarcaciones, Antonio Lázaro. «Hay espacios de tránsito, entrada y salida de festejos, monumentos, iglesias, que ni por la organización de la JCF ni por Patrimonio se podrán autorizar». Es por eso que en amplias zonas del centro no se plantan fallas, especialmente en el cuarto de círculo que va desde Pintor Sorolla a la Plaza de Toros.

Lo cierto, en estos momentos, es que la ciudad camina hacia la cifra de 400 fallas y que, en poco tiempo, van a tener más espacio donde asentarse, aunque las condiciones no sean las más adecuadas para la quintaesencia de la «festa de barri» que son las Fallas.