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Entierro

Una familia entierra a pulso a una difunta en Godella al estar averiado el elevador

Los afectados tuvieron que improvisar un andamio hecho con escaleras para lograr sepultar el féretro en el nicho más alto

Una familia entierra a pulso a una difunta en Godella al estar averiado el elevador

«Fue todo muy patético». Este testimonio puede tener diferentes interpretaciones, en función de la escena que se pretende describir. Pero si la pronuncia la hija de una fallecida sobre el entierro de su madre, sus palabras evidencian que aquello no fue nada bien.

Todo ocurrió el domingo en el cementerio municipal de Godella. Floren Sánchez y el resto de su familia se presentaron pasadas las once de la mañana en el camposanto para enterrar a su madre. La mujer, residente en el municipio godellero desde la década de los sesenta cuando llegó desde Castilla La Mancha, falleció el pasado viernes. Tras dos días velando sus restos mortales en un tanatorio de València capital, celebraron el sepelio en la parroquia del Salvador de Godella desde las 10.30 horas. A su conclusión, se dirigieron al cementerio para el entierro.

Según explica Floren Sánchez, a la llegada al camposanto «nos recibió uno de los empleados anunciando que en breve aparecería por allí el alcalde. La verdad es que nos extrañó. Ante la insistencia de aquella novedad, nos confesaron que el entierro no se podía celebrar porque el elevador estaba estropeado». La noticia cayó como un jarro de agua fría entre todos los familiares.

La normativa establece que los difuntos irán ocupando los nichos de un cementerio municipal por estricto orden de fallecimiento, sin que sus familiares puedan elegirlo, y a la difunta le había tocado la fila superior. Cuando Fernando Oliveros, alcalde accidental por la baja de Eva Sanchis, se personó en el camposanto confirmó los peores presagios. «No podíamos enterrarla», recuerda Floren.

La opción que entonces planteó el ayuntamiento era la de depositar de forma provisional a la difunta en un nicho de la parte baja y enterrarla de forma definitiva en el cuarto piso cuando se hubiera reparado el elevador. «Nos opusimos a eso. Mi hija vino expresamente de Roma para el entierro y el mismo domingo tenía que regresar. Vinieron familiares de mi marido desde Castelló, también tías mayores de 90 años... Queríamos enterrarla el domingo y no volver a pasar por el mismo trago otro día. Por eso planteamos que se quedara definitivamente en ese nicho de la primera fila, pero el alcalde lo rechazó. Dijo que eso causaría un problema. El problema no era nuestro, nos lo habían creado ellos. No entiendo cómo no se revisa el material del cementerio, si el último entierro fue hace solo una semana», critica la hija de la fallecida. A esto se suma que toda la negociación se producía bajo una intensa lluvia. «Las tías tuvieron que refugiarse en los coches a la espera de la decisión definitiva», explica Floren.

Al final, un grupo familiares decidió que subirían a pulso el féretro para poder enterrarlo. Para ello, utilizaron las típicas escaleras que usan los usuarios del cementerio para depositar las flores en las lápidas superiores y crearon una especie de andamio. Mientras unos levantaban a la difunta, otros, encaramos sobre la improvisada plataforma, agarraron el ataúd y lograron, por fin, introducirlo en el nicho. «Fue todo muy patético y desagradable. Estábamos conmocionados. Nunca había visto algo igual», lamenta la hija de la fallecida, que asegura que no quieren un resarcimiento económico, solo que no vuelva a ocurrir.

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