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Opinión

Arquitecturas Imprescindibles

El Ayuntamiento de Godella ha propuesto recientemente sustituir una vieja carpintería con todos esos valores por viviendas en altura para ocultar las medianeras de un edificio

Derribar una vieja fábrica para construir viviendas es una práctica común en el trasiego urbanístico. Total, algunos afirman que no vale nada. La misma suerte corren las casas de pueblo en planta baja que para algunos, tampoco valen nada. Se permite construir en su lugar muchas más viviendas, aunque sea una barbaridad. Eso sí, con detalles historicistas a saber con qué intenciones depurativas. Si es rentable para alguien, pues adiós a la fábrica y adiós a las casas bajas. Si tanto la industria, como las casas, no están catalogadas, significa que no valen nada. Esa es la lógica que ha condenado desde hace muchos años en Godella las arquitecturas tradicionales cuyo valor es su condición de imprescindibles para mantener una atmósfera amable en la ciudad. Si estas actividades renovadoras contravienen un plan histórico coetáneo a las primeras ciudades jardín inglesas, qué importa. ¿Quién dijo que las anchuras de las calles, la forma de la ciudad, la parcela y su ocupación, las tipologías, la distribución y superficie verde o los usos del suelo tenían algo que ver con las alturas? Cosas de nostálgicos. Lo realmente moderno es sustituir todo lo que no está catalogado. Es como si en una sinfonía se borrase completamente el tedioso bajo continuo y solo se valorase la apoteosis final. Un horror.

No podemos reducir el valor de una ciudad al de sus arquitecturas. La ciudad es algo mucho más complejo y la contextualización de sus elementos nos permite desvelar sus valores testimonial, ambiental, paisajístico? y son todos nuestros sentidos los que perciben su cuidado, o su desdén. El Ayuntamiento de Godella ha propuesto recientemente sustituir una vieja carpintería con todos esos valores por viviendas en altura para ocultar las medianeras de un edificio colindante. Con este fin se redacta una peligrosa norma para aplicarla en otros lugares del pueblo. Así aparecerán nuevas medianeras, que tendrán a su vez que taparse con más edificaciones. El despropósito está servido. La genuina fachada de composición horizontal que configuran la citada carpintería y las viviendas que hay junto a ella, no deberían arrebatarse a la memoria colectiva, deberían rehabilitarse. Un equipamiento docente, asistencial o cultural podría satisfacer el carácter público de su contribución al paisaje urbano.

Está matemáticamente probado que el impacto ecológico es mucho mayor en los derribos que en las reutilizaciones. La paulatina y cuidadosa rehabilitación del tejido residencial existente, en función de la demanda real, es la única fórmula capaz de respetar el equilibrio de una ciudad tan frágil como Godella. Seguimos sufriendo los devastadores efectos de la crisis. El malicioso discurso de que la proliferación de viviendas diseminadas se evita densificando las ciudades justifica que los más insaciables promotores permanezcan al acecho y ante cualquier atisbo de normalización económica desencadenen una densificación insoportable.

Es posible que esas arquitecturas de Godella no valgan mucho, pero configuran una ciudad entrañable. Esa vieja fábrica, esas viviendas bajas son la ciudad, y son su memoria. Y una ciudad sin memoria, eso sí que no vale nada.

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