Hace ya 40 años pero los recuerdos de ese día han quedado para siempre en la memoria de alcaldesas y alcaldes de la comarca. Algunos lo vivieron en primera parsona como cargos públicos; en otros casos, recuerdan la angustia que pasaron sus familias.

En Alaquàs, el comunista Albert Taberner estaba en el ayuntamiento cuando llegó la noticia por lo que envió a la plantilla a casa. Antes las dudas suscitadas en la Policía Local, el jefe Pelayo Amores lo tuvo claro: estaban al servicio del ayuntamiento. En la sede del PCE se destruyó la documentación y cuando anocheció y se cerró el consistorio, Albert Taberner tuvo que salir de Alaquàs «a dormir a casa de unos amigos en Catarroja», mientras su mujer, con una niña y embarazada, iba a casa de su hermano en Massanassa. «No recuerdo haber temido por mi vida pero sí plantearme la cantidad de gente que tendría que exiliarse si cuajaba», reconoce.

En Alaquàs estaba también Josep Almenar, alcalde de Picanya, que trabajaba en Caixa Popular y «ese día se inauguraba un curso de contabilidad para el barrio». Tras el golpe, Almenar corrió al Ayuntamiento de Picanya, donde era concejal de la corporación que presidía Ciprià Ciscar. «Tomamos la decisión de quedarnos. No reconocíamos la autoridad de los golpistas. Nos hubieran tenido que sacar por la fuerza», dice.

Testimonios del 23F en l'Horta

En Torrent, el alcalde Jesús Ros estaba en la sobremesa de una comida anual con sus compañeros de Caixa Torrent, que se disolvió al llegar la noticia. «Ya de noche, tuvimos que coger mi Ford Fiesta y llevar la documentación del partido a las ruinas de las escuelas del Mas del Jutge, donde la escondimos con linternar entre escombros y basuras. No la recogimos hasta un mes después», recuerda.

Carmen Martínez estaba en clase de la Facultad de Medicina. Al llegar a casa, la preocupación era máxima porque su tío era concejal en el ayuntamiento. «Mi madre cogió el dinero que tenía en casa y fuimos a llevárselo por si tenía que huir. Recuerdo encontrarlo llorando de rabia con su hija en brazos», rememora.

A Paco Comes, actual alcalde de Massanassa, le pilló el toque de queda recién entrado en el sevicio militar, en València. «Ese día nos dijeron que no nos podíamos ir a casa porque íbamos a hacer unas prácticas, y las prácticas resultaron ser el Golpe de Estado». Comes asegura que no olvidará esa noche porque le tocó vigilar el entorno del cuartel de 3 a 5 de la madrugada para ver si alguien se saltaba el toque de queda. «Vimos a unos estudiantes y el sargento nos ordenó darles el alto. Mi compañero y yo estábamos con más miedo que ellos». reconoce.

Jesús Borràs estaba en casa de unos amigos en València y se enteró al marcharse y ver las calles vacías. Militaba en CCOO. «En el centro de València vimos pasar los tanques y aquello impresionaba», indica. De regreso a Manises, lo pararon en todos los puentes del río aunque finalmente llegó a casa. «Vi a algunas personas de extrema derecha paseando por las calles vacías», detalla. Aquella noche tuvo claro que «el golpe no iba a triunfar».