La de este viernes fue una mañana de sensaciones contradictorias en Alaquàs. El alumnado de primaria del CEIP Ciutat de Cremona asistía, por última vez, a clase en los barracones donde el centro ha estado 15 años. La jornada no fue lectiva sino de celebración. Los diferentes ciclos elaboraron murales y desarrollaron actividades para expresar lo que sentían. «Queríamos que exteriorizaran sus sentimientos. Hemos hecho fotos de todos los grupos para que queden para el futuro». explicaba la directora Susana García. Y cuando acabó el horario matinal, se dio paso a la mudanza.

En realidad, la comunidad educativa llevaba desde el miércoles ayudando a empaquetar material y a hacer los preparativos para el traslado. «Las familias se han volcado, como siempre» agradecía García.

De hecho, decenas de personas, incluido alumnado de otras épocas, se han implicado en este proceso, junto al profesorado actual y la AMPA, que han contado con el apoyo logístico de la brigada municipal.

«Por una parte, queremos salir de aquí ya y comenzar en un nuevo edificio. Por otra, miramos atrás y vemos todo lo que hemos luchado y no podemos evitar tener sentimientos contradictorios», valoraba el presidente de la AMPA, Juan Carlos Ponce.

El traslado se realiza cuando todavía quedan varios meses de obra en el nuevo colegio de ladrillos. Con ello, se cumple el deseo que el grupo de más edad expresó en el Consell Escolar: querían estrenar el centro antes de dejar el Cremona para ir al instituto.

La mudanza durará todo el fin de semana ya que este sábado se pintarán los bancos antes de llevarlos al nuevo recinto, entre otros, y el domingo se realizarán los preparativos para la jornada del lunes, que también será lúdica. «Habrá globos, corte de cinta y hasta ‘xocolatà’, todo dentro de las normas covid», indicó García aunque aclaró que la auténtica inauguración será cuando pueda acceder al centro toda la comunidad educativa, el antiguo alumnado y los colectivos que se han implicado durante años en la lucha.

Para la semana próxima hay previsión de lluvias pero, por primera vez en 15 años, las familias del Cremona no tendrán que mirar angustiadas al cielo porque los niños y niñas tendrán un colegio de ladrillos.