El cariz solidario de la Orden de la Merced: de Margarita de LLúria a la festividad de les Calderes de Sant Pere Nolasc

Los solidarios clavarios de Sant Pere Nolasc, que hacen posible la festividad de les Calderes.

Los solidarios clavarios de Sant Pere Nolasc, que hacen posible la festividad de les Calderes. / Paco Martínez

Julio Badenes

Julio Badenes

Nuestra forma de actuar, moral y socialmente, en la actualidad no es fruto de la casualidad, por ello cabe preguntarnos: ¿por qué la solidaridad ha sido un rasgo esencial en la forma de ser de la ciudadanía de El Puig de Santa María, y en los pueblos de alrededor, a lo largo de la historia? ¿De qué manera un valor tan esencial, para toda sociedad, como la solidaridad, ha ido evolucionando, en El Puig de Santa María, desde la Edad Media hasta el siglo XXI?

El carácter socio-moral del municipio de El Puig de Santa María no se podría explicar sin la labor de ayuda a los desfavorecidos por parte de la Orden Mercedaria a lo largo de los siglos, como guía y ejemplo para sus habitantes desde el año 1240. Desde su fundación, en el monasterio medieval mercedario de El Puig de Santa María se atendía a los cautivos redimidos, pero también a los pobres, enfermos, marginados de la sociedad y a los peregrinos (Joaquín Millán, 2012, Pedro Nolasco, el otro redentor) que visitaban a la Patrona de todos los valencianos: la Virgen de El Puig de Santa María.

En el XIV una excepcional mujer, Margarita de Llúria, hija del gran almirante Roger de Llúria y de doña Saurina de Entença, biznieta de Bernat Guillem de Entença, tío de Jaime I, vencedor en la crucial Batalla de El Puig y cuyo excepcional sepulcro se puede admirar en el monasterio de El Puig de Santa María. Roger murió en 1305 y doña Saurina en 1325, dejando en herencia a su hija Margarita de Llúria, entre otros lugares, El Puig de Santa María. Vivió en su señorío de El Puig de Santa María, tanto en su castillo, en el que tenía una capilla dedicada a la Virgen (Badenes; Montero, El Castell de la Patà, 2004, pp. 193, 194) como en una casa palaciega que construyó adosada al ábside cuadrado de la Iglesia medieval “y con puerta franca a ella, hizo una vida honesta” (F. Martínez, Historia de la Virgen del Puig, 1760, pp. 194 y 202). Y, por tanto, vio de cerca la labor humanitaria y caritativa de los mercedarios pugencs cuando llegaban con cautivos redimidos en tierras africanas, o cómo día a día ayudaban a los sin techo y cómo se preocupaban de los peregrinos, que en grandes cantidades, como nos muestra la documentación, a lo largo de la historia, han visitado el monasterio donde se custodia a la Patrona del Reino y de la Ciudad de Valencia.

Retrato de Margarita de Llúria. Pintura anónima del siglo XVIII. La podemos admirar en el monasterio de El Puig de Santa María.

Retrato de Margarita de Llúria. Pintura anónima del siglo XVIII. La podemos admirar en el monasterio de El Puig de Santa María. / Julio Badenes

Y, Margarita de Llúria se enamoró, hasta tal punto, de su señorío de El Puig de Santa María y de todo lo que representaba este simbólico lugar para los valencianos, que llegó a cambiar su testamento de 1341, en el que había dispuesto ser enterrada junto a su padre, Roger de Llúria, en el monasterio de Santes Creus, en Tarragona, decidiendo, finalmente, el 6 de marzo de 1343, ser sepultada ante el altar de la iglesia de El Puig de Santa María, junto a la Patrona del Reino de Valencia.

500 sueldos anuales a perpetuidad

Y Margarita de Llúria a lo largo de estos años fue absorbiendo, hasta tal punto, el talante solidario de la Orden Mercedaria, fundada por Sant Pere Nolasc, que decidió fundar un hospital medieval, uno de los más antiguos del Reino de Valencia, en el segundo cuarto del siglo XIV, junto a la iglesia de El Puig de Santa María, legándole en su testamento, a perpetuidad, quinientos sueldos anuales para comprar muebles y comida con los que atender a pobres, enfermos y huérfanos. Todo un ejemplo para la educación ético-cívica del siglo XXI. Por todo ello y por ser un ejemplo destacado de la mujer, referente en la Historia valenciana, el IES de El Puig de Santa María, como homenaje, debería llevar su nombre.

Ese espíritu solidario también lo adquirió el pueblo de El Puig de Santa María a través de la socialización histórica que produjo la Orden Mercedario, siglo tras siglo, en sus habitantes, materializándose en la creación de la Cofradía de San Pedro Nolasco, que ya posee unos 200 años de historia y en la solidaria preparación de las calderas que en otros tiempos eran cocinadas para los más pobres. Gracias a los clavarios por esa festividad de les Calderes de Sant Pere Nolasc que nos hacen ver que la conciencia histórico-ética, la solidaridad y el esfuerzo comunitario nos alejan de la pobreza.