JUAN MIGUEL SANJUÁN

Presidente de SATOCAN

ANA SAMBOAL

Juan Miguel Sanjuán es un empresario con alma de ingeniero, canario de adopción, que ha logrado hacer realidad su sueño: levantar un grupo industrial que nace de la construcción de puertos en las islas y que se ha diversificado para abarcar un sinnúmero de actividades, desde el sector inmobiliario y turístico, pasando por la energía, hasta la industria agroalimentaria. Su mirada se ilumina al pasear por sus hoteles, en los que describe los materiales y hasta el más minucioso de los detalles, diseñados por su hija –premiada arquitecta–, pero es en la fundación donde se recrea, el proyecto donde Sanjuán ha logrado embarcar a toda la familia.

"La FP en el turismo es la gran olvidada, contamos con un nivel de inglés bajísimo y deberíamos hablarlo todos"

“El sol y la playa siguen siendo el gran activo, pero se promociona la vivencia en la piscina porque es un negocio y empuja al cliente a volver”

–Cuando uno procede de la construcción, gestionar un hotel no es fácil. ¿Ha aprendido de las grandes empresas?

–Una cosa fue llevando a la otra. Cuando hicimos el cinco estrellas, decidimos contar con una empresa que diera también prestigio a la urbanización que habíamos construido en torno a él. No era lo mismo el “Salobre Golf” teniendo un “Sheraton”, que no. El transcurso del tiempo nos demostró que “Sheraton”, una cadena fantástica, era más bien urbana, no tan adaptada a la vida del touroperador. Habíamos desarrollado otra cadena de hoteles de cuatro estrellas y en un momento dado incorporamos éste. La experiencia ha confirmado que hicimos muy bien. Teníamos muy buenos profesionales. Ése es el gran mérito de Satocan, gastamos mucho dinero en formación, consideramos que es para ellos, pero también para la empresa.

–España es una potencia turística. ¿Tenemos los profesionales que necesitamos?

–Triste y rotundamente no. Deberíamos tener un nivel de inglés alto y es bajísimo, incluso en Canarias. Tendría que hablarlo todo el mundo. Nosotros les pagamos cursos de inglés, de alemán o de cualquier idioma. El mercado te exige el inglés y no hay ningún empleado nuestro, salvo los más antiguos, que no lo hable. Es esencial.

El presidente del grupo Satocan, empresario e ingeniero que acaba de recibir la medalla de oro del Colegio de Caminos. | JUÁN CASTRO
–¿El sistema educativo les da la formación adecuada?

–Tampoco. La formación se va adquiriendo en gran medida en las empresas. A nivel de directores de hotel, de gerente de empresas turísticas o de titulados de alto nivel, tenemos. No más de lo que necesitamos, pero sí está cubierto. Incluso pueden ir a un subempleo, pueden haber estudiado para director de hotel y estar de jefes de recepción. Pero la formación profesional es la gran olvidada. No existe, por eso demandamos muchísimos extranjeros. En el Mediterráneo, hay muchos italianos trabajando.

–¿Con más de un 14% de paro, hay que buscar fuera?

–Por supuesto. Por varias razones. Una, porque están más preparados en algún caso y otra porque el emigrante es gente lanzada, aventurera. En Canarias, existe una expresión: “es que los godos son muy listos”. No señor, es listo el que viene aquí, el que no es listo se queda en su casa. En Venezuela hay muchísimos emigrantes canarios. Generalmente, son gente decidida, preparada.

–La construcción es el 25% de Satocan. ¿Ha recuperado el nivel de 2007?

–A lo mejor es muy duro decirlo, sobre todo en un constructor, pero creo que tampoco debe, porque fue un crecimiento no natural, muy forzado por una situación económica, por exceso de crédito, por una situación política… Soy partidario de ir creciendo poco a poco.

–¿Se nos fue de las manos?

–Soy poco de contubernios. Se juntó una gran inversión pública con una gran construcción privada. Al mismo tiempo, se estaba construyendo AVE, autopistas y montones de viviendas. Una cosa llevó a la otra, a un crecimiento desmesurado. Desgraciadamente, eso ocasionó que, al poco tiempo, se produjeran las dos grandes bajadas: austeridad pública y nada de construcción privada.

“La incertidumbre política es mala, perjudica al empleo y a la inversión ”

–¿Su empresa ha sufrido?

–Hemos sufrido, sí, en número, en producción, en cifras de negocio y en beneficios. No ha llegado a afectar a la salud económica de la empresa. Al venirse abajo la construcción, despedimos bastante gente. Pero en turismo nos vino muy bien, desarrollamos mucho y creo que, posiblemente, por ahí compensamos. Nuestra cifra global de personal no tuvo una gran caída y en los últimos tiempos ha aumentado.

–La construcción vuelve a crecer. ¿Es un crecimiento sano, adecuado a la realidad del país?

–Si me pregunta si hay burbuja, la respuesta es no. Inversión pública no hay o hay muy poca. Y, en Canarias, está creciendo más la construcción urbana que la turística, porque en seis o siete años no se ha hecho nada y la gente se casa y quiere tener un piso. Se está restaurando mucho y eso también es bueno. Las poblaciones, las edificaciones envejecen y hay que repararlas.

–¿Por qué no ha recuperado la inversión pública?

–No ha recuperado nada. Y menos en Canarias, por el gran enfrentamiento entre el gobierno central y el de las islas. El Estado no hace carreteras en Canarias, lo cual es algo no ilógico, porque es así, pero sí diferenciador. Tenemos que hacer convenios para que el Estado financie o ayude a financiar las obras públicas y eso requiere una continua negociación. Durante mucho tiempo, Rajoy mantuvo una mala relación con Paulino Rivero y eso hizo que no viniera. Cuando llegó Fernando Clavijo, parecía que se habían entendido, pero estábamos en época de austeridad. El gobierno canario ha hecho muy bien sus deberes, ha conseguido superávits importantes, pero cuando llega Pedro Sánchez, que es cuando podríamos utilizarlo, se enfrenta al gobierno de Canarias y eso ha hecho que, aunque tengamos dinero, no haya inversión.

–¿Es entonces el turismo, un 25% de Satocan, el vector de crecimiento?

–Vamos a la par con la construcción. Tenemos siete hoteles, uno en Santo Domingo, en el que participamos con otro empresario, y el resto en Canarias. Intentamos diferenciarlos, no por clase o estrellas, sino para que se adapten a distintos sectores. El que hemos hecho en Fuerteventura, por ejemplo, es para gente deportista, para surfistas. No tiene nada que ver con “Salobre Golf”, que es un cinco estrellas, son de distinto nivel. Pero en ambos casos, insisto, cuidamos mucho al personal. Es esencial la simpatía y el trato con la gente. Si no hay un buen servicio, las instalaciones buenas no sirven para nada.

–¿Cómo ha cambiado el turismo en las islas?

–El sol y la playa siguen siendo la demanda principal, eso está claro. Se pide mucho la piscina cerca de la playa y hay hoteles que promocionan la vivencia en la piscina. Primero, porque es un negocio tener ahí al cliente y, segundo, porque se crean relaciones humanas con el personal y entre los huéspedes y se ha comprobado que eso empuja a volver. Por supuesto, también se piden campos de golf. Y hay un elemento, en el que Tenerife gana a Gran Canaria, que son los parques temáticos. Atraen, el Loro Parque es un referente. Pero sin sol y playa, por mucho golf o parque temático que tuviésemos, no vendrían, eso hay que aceptarlo.

“Se pueden subir los salarios si existe trabajo, pero si no lo hay, los que no lo tengan vivirán mucho peor”

–¿Aquí no hay estacionalidad?

–La estacionalidad, curiosamente, es a la inversa que en la península. En agosto aquí es temporada baja, no hace tanto calor. La gente piensa que, en Canarias, si en enero hay 24 grados, en agosto debes estar en 50. Pero hay 26, no más, y es mucho más barato veranear en Canarias que en Torrevieja.

–¿La insularidad se paga?

–Sí, sí, se paga. Afortunadamente, cada vez menos. Hace veinte años, en mayo cerrábamos hasta octubre. En mis primeros tiempos de hotelero, hice un envío postal a colegios profesionales de médicos, abogados e ingenieros de toda España. Vino uno, tuve que abrir el hotel para uno. Fue el fracaso más absoluto. Ahora, vas a Mallorca o a Ibiza en invierno y la mayor parte de los hoteles están cerrados. Eso nos pasaba aquí en verano. Ya no.

–Satocan tiene también negocio en energía.

–Hay que aprovechar las energías de que dispones para hacer un mix eficiente y sostenible. La más interesante, en Canarias, es el gas. Como no puedes tener el cien por cien de sol o viento, es la más eficiente. Hay teorías, que son las que han predominado, que dicen no al gas. A mí me importa que mis nietos o mis bisnietos vivan en un mundo mucho mejor, pero también quiero que mi hija y yo vivamos bien ahora también. Nosotros tenemos un parque eólico, que es de los primeros que se crearon, muy eficiente. Y contamos con un departamento de energías sostenibles.

–¿Han sufrido los vaivenes de subvenciones de las renovables?

–No al negocio, pero la incertidumbre sí afecta a la inversión. En Canarias, las características del suministro de energías eólica y solar están puestas. Son concesiones a precio fijo y soy más partidario de eso, aunque me pudiera perjudicar, que de ir a una subasta que podría favorecer la corrupción o el amiguismo. Se pone un precio y se otorga al que lo haga más barato. El problema más fuerte es la burocracia, los impedimentos para montar una planta. Satocan lleva diez años con un proyecto esperando.

–¿Por qué?

–Porque hay leyes que han cambiado, por la calificación de los terrenos o porque la mejor zona de vientos de toda Canarias está protegida. Como Aena no paga por el uso del cielo, todo lo quiere proteger. ¿Quieren el cielo para ellos? Pues que paguen un canon al Estado. Es lógico que se proteja, por supuesto, son nuestros aeropuertos y sin ellos estaríamos aislados. Pero, como todo, hay que estudiar los costes. Si poner un radiofaro del sistema más moderno deja libre un espacio para montar molinos, deberían mirarlo.

Juan Miguel Sanjuán, en las instalaciones de su hotel “Salobre Golf”, en Gran Canaria. | JUÁN CASTRO
–¿Esa inseguridad jurídica le ha disuadido alguna vez?

–Por supuesto. A mí y a todos. Es una de las grandes quejas del empresario. Ha ocurrido en Canarias con las moratorias, una de las mayores barbaridades urbanísticas que se ha hecho. Desde hace más de seis años, no se pueden construir hoteles de cuatro estrellas. Y un cinco estrellas no lo demanda todo el mundo. Eso protege a los que ya tienen hoteles. Todo lo que es meter distorsión en la vida económica, perjudica a unos y favorece a otros. Si no es libre, si no es transparente, es antieconómico. Y en Canarias lo hemos sufrido mucho.

–¿Con la crisis, no se ha valorado más la figura del empresario?

–No, tristemente no, porque, como la crisis ha sido tan gorda, ha llegado al despido o a la corrupción y se ha creado hasta cierto punto un rechazo al empresariado. Hubo una época, la más bonita, en la que, aunque estoy exagerando, todo el mundo quería ser Mario Conde. Pero cuando vimos que no era lo que parecía, se cayó. No quiero ser totalmente negativo, también hemos creado unas grandes cantidades de autónomos, de gente que está desarrollando ideas y ha crecido mucho el número de empresarios. Pero al mismo tiempo, triste para mí, no se crea ese cariño al señor que puede crear un puesto de trabajo para ti o para tu hijo o para tu hermano.

–¿Es usted empresario o ingeniero?

–Yo soy empresario. Bueno, tengo que matizar porque me acaban de dar la Medalla de Honor del Colegio de Caminos, el nacional, y no quiero que me la quiten.

“En un hotel, si no hay un buen servicio, las instalaciones no sirven para nada”

–¿Empresario con alma de ingeniero?

–Usted lo has dicho, sí. Los empresarios con alma de ingeniero fueron los grandes empresarios de este país, lo han sido y lo son. Para mí una figura mítica es José María Aguirre, fundador de Banesto o Agromán. El ser empresario necesita unas grandes dosis de racionalidad, de sentido común. En la escuela teníamos una asignatura, geografía descriptiva, que no planteaba problemas de matemáticas, sino de sentido común. Yo estoy muy orgulloso de ser de la escuela de Caminos, creo que es una carrera muy técnica, pero, al mismo tiempo, humanística. Era la única que teníamos Historia del Arte.

–¿Cómo ve la coyuntura económica en España?

–La primera palabra que me sale es la incertidumbre. Y eso es malo para los negocios, perjudica a la inversión. Lo hagan bien, mal, regular, suban o bajen los impuestos, como no está claro, eso es malo “per se”. Se pueden subir los salarios si hay trabajo, pero si no hay trabajo, los que no lo tengan vivirán mucho peor. ¿Soy pesimista? No quiero serlo, al revés, me encantaría que salieran adelante legislaciones más sociales, que puedan beneficiar a más gente y que el momento y las circunstancias apoyen eso. Pero puede ser que no y eso me preocupa. Tenemos cuatro años que van a ser de piedra de toque si lo hacen bien. Yo viví la época de Felipe González y en este país estábamos todos preocupados por lo que iba a pasar. Afortunadamente, se hicieron cosas muy bien desde el punto de vista económico. Tengo mis esperanzas de que haya sentido común.

–Salvo su yerno, el resto de la familia no está involucrada en la gestión de la empresa. ¿El proyecto común es la fundación?

–La Fundación nos define. Ahí, la familia, la empresa y el personal de Satocan somos una piña. Ahí sí que la familia, los cuatro, más nuestros nietos, participa de una manera superactiva. Tenemos un presupuesto de unos 300.000 euros para financiar a otras fundaciones. Ayudamos a cualquiera que pueda necesitarlo. Hacemos un concurso para dar dinero a proyectos concretos. Un equipo de gente en la fundación los estudia con un gran cariño, se implican totalmente. Preferimos que sean asociaciones que estén sobre el terreno. Por supuesto que hace una labor fantástica la Cruz Roja, pero creemos que, como es grande y conocida, tiene su apoyo y la asociación de niños con leucemia de Fuerteventura, no. En general, nos centramos en proyectos en Canarias y en la costa africana. En la península no, porque allí hay ya muchas organizaciones. Creemos que en África nos necesitan más. Organizamos un campeonato de golf, en el que nos encargamos de todos los gastos, de la cena y demás, y recaudamos del orden de 40.000–50.000 euros. Muchísimo. Un campeonato benéfico por ahí recoge 10.000 como mucho. Todo el dinero que se ingresa de fuera va íntegramente a una organización que hemos elegido previamente. Toda la familia nos volcamos.

–Es gratificante…

–Se han cumplido diez años del campeonato y la gerente me sorprendió con un vídeo de las organizaciones a las que habíamos ayudado. Y vimos a niños del Senegal duchándose por primera vez en su vida. Ver su cara de alegría cuando caía el agua encima de ellos, me emocionó. O a los niños con esclerosis a los que montamos una casa con tirolinas para desplazarse de un lado a otro, tener autonomía. Aquí, en los barrios marginales, colaboramos mucho con un grupo de profesores de música que se han organizado para enseñar a los niños. Vinieron aquí a tocar, por primera vez a un buffet del hotel, disfrutando con unos platos pantagruelicos, aunque después no comieron nada. Para trabajar en la fundación, ahí sí que la familia es empresa. Para la fundación, ahí sí que la familia es empresa. Y para los empleados. Si a cualquiera de ellos se le ocurre una idea, la fundación financia una parte. Hay grupos que se dedican a llevar a gente sin movilidad a bañarse, les trasladan a la playa de Las Canteras, bien en unos carromatos especiales o a mano. Si ellos dedican cuatro horas, Satocan les paga otras cuatro. O la nómina solidaria: todos los empleados de Satocan que quieren dan una parte de sus sueldos, desde un euro, la fundación pone la misma cantidad. Participan todos. Por eso te digo que somos una piña en la fundación, una piña entre la empresa, que es la que financia, los empleados, que colaboran una barbaridad, y la familia.

Los datos la empresa
  • FACTURACIÓN: 200 mil euros
  • EMPLEADOS: 850
  • EMPRESAS: 60
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