MANÉ CALVO

Consejero Delegado del Grupo Calvo

Ana SAMBOAL

Su despacho está en Madrid, pero su discurso pausado y sin sobresaltos viaja con facilidad del supermercado español en el que vende su atún a la sardina que compran los brasileños o a los doce buques pesqueros de Calvo que navegan por aguas internacionales. Mané Calvo es un hombre tímido, al que le cuesta posar ante la cámara. Se sabe un eslabón más de una empresa centenaria en la que es la familia la marca la estrategia. Recuerda las visitas al abuelo fundador, que se retiró para escuchar música. Le gustaría dejar un legado al que le suceda.

"Comer pescado enlatado es una opción segura y tiene las mismas propiedades que el fresco"

"Utilizar la materia prima que se encuentran en el lugar en donde estás es siempre la mejor opción", asegura Mané Calvo

–La evolución de Calvo ha ido en paralelo a un proceso constante de innovación. ¿Esa cultura se mantiene?

–Siempre hay espacio para la innovación. Ahora mismo, estamos haciendo cosas muy relevantes. La innovación no la entendemos desde el punto del producto, sino también en procesos y formas de trabajar. Somos de las pocas compañías, y menos conserveras, que nos hemos metido en el método japonés Kaizen. Al final, no deja de ser una innovación el cuestionarse todos los días lo que haces para intentar mejorarlo. Para mí, eso es la innovación pura, si todos los días puedes ahorrar un poco de tiempo y si tiene sentido que hagas ese informe que nadie te pide. Y luego en los productos siempre hay algo que se puede innovar, bien el envase, en la forma de empacar el atún o en cualquier cosa. La innovación ha definido la compañía desde siempre.

–¿Dónde es más exigente el consumidor? ¿Pide envases ambientalmente sostenibles? ¿O productos más naturales?

–Ambos. De hecho, son los dos "drivers" importantes de hoy en día. En mi opinión, un poco falsos. De cara a la galería, todos dicen: "yo quiero una conserva absolutamente respetuosa con el medioambiente, verde, etc.", pero luego compran marca blanca sin cuestionar nada. La realidad es que la marca blanca tiene el 82% del mercado de conservas en España. El discurso es muy bonito, pero no se actúa en consecuencia.

–¿Qué impacto ha tenido la marca blanca en Calvo?

–En Calvo, el que menos. Hemos llegado a tener un 30% del mercado en España y ahora tenemos un 10%, pero ha habido otras marcas que han desaparecido, prácticamente casi todas.

–¿Fabrican marca blanca?

–Sí, sí... En un símil futbolístico, las conservas es un campo de fútbol y el 100% era marca de fabricante, no existía marca blanca. Hace cincuenta años surgió y, al principio, era el área pequeña, luego la grande. Ha llegado un momento que el consumidor y la gran distribución han apostado por tener una parte importante de marca blanca en atún enlatado, en todos sus formatos. Entonces, la realidad es que tú tienes una fábrica grande, con una capacidad de producción grande, tú no puedes estar cada día más limitado. Si queremos mantener empleo, una estructura, una empresa grande, tenemos que estar en ese mundo. Con esto quiero decir que no es nuestro interés primordial, para nosotros es un complemento que, siempre que no sea muy mayoritario, nos viene bien. Con otra característica, que es el hecho de que nosotros, con el que le hacemos marca blanca, nos gusta tener un acuerdo mayor. No es tan simple como "te hago la marca blanca, este es el precio". Nos gusta apoyar nuestra marca propia con ese tipo de clientes, desarrollar una marca de algo de mayor calidad. Intentamos ser un fabricante de marca blanca donde no sólo lo más importante es el precio, sino que también hay otros atributos tan-to para nuestra marca como para el cliente.

–¿Tiene las mismas propiedades un pescado en una lata que el fresco?

–Sí. Una de las mejores opciones para comer seguramente sea el pescado en lata. El pescado fresco empieza a tener problemas como el anisakis. A una lata de atún, por ejemplo, una de bajo en sal, donde no le añadimos –puedes leer los ingredientes, atún y agua– ni conservantes ni nada. Es el método tradicional que inventó el francés Nicholas Appert, que inventó la conserva al Baño María en un recipiente esterilizado, nada más. Por tanto, las propiedades se mantienen.

–¿El consumidor lo reconoce?

–En España más. Hay una mayor cultura de la conserva, ya sea la vegetal como la de pescado e incluso carne, aunque esta quizá está menos extendida en comparación con países como Italia. En general, la gente sí es consciente de su bondad, de que es un producto que no tiene nada de aditivo y que es absolutamente natural.

–¿Pide el consumidor información sobre la trazabilidad y después no mira la etiqueta?

–Desgraciadamente, es lo que está pasando. En mi opinión, se pide más, pero en el momento de la compra no se ve esto. Nosotros, evidentemente, somos una de las empresas más grandes y de las más responsables hoy por hoy, ahora mismo, de cualquier lata puedes obtener el pescado, de dónde viene, cuándo fue pescado, en qué barco, en que época, en que zona... Te puedes meter en la página de Calvo en España o Italia y en Finlandia y vamos a ir incorporando el resto de países importantes de la empresa, donde realmente tienes esa información. Yo no sé si se utiliza mucho, pero... Hay una parte de la sociedad que lo demanda y no solo la sociedad y el comprador, sino, también muy importante, nuestro cliente, la gran distribución.

–¿Mandan los distribuidores, fijan ellos las normas?

–Sería un poco arriesgado e incluso falto a la verdad decir que mandan ellos al cien por cien. Es una cuestión puramente económica. En España, hay setenta fábricas de conservas. De gran distribución, siete grupos. Al final, es una ley del embudo, el poder no te lo da en sí el tamaño de los grandes grupos de distribución que existen, sino que hay pocos.

"Un atún viaja 1.500 km al año, hoy está en Costa de Marfil, mañana en Ghana y dentro de un mes, en Angola"

–¿Fijan ellos las condiciones?

–Las intentan fijar. Es una relación, entre comillas, buena. Somos proveedor y cliente y hay un tira y afloja, pero evidentemente la gran distribución tiene mucha más capacidad de presión que el fabricante. Es decir, si un fabricante dice no te fabrico más, quedan otros 60. Si un cliente de la gran distribución te dice no te compro más, tú no tienes a muchos a quienes venderles. Es una cuestión en la que hay mucho desequilibrio.

El consejero delegado del Grupo Calvo, durante la entrevista. | ISABEL PERMUY
–¿En España el atún es el gran activo porque nos gusta o porque ese producto se ha desarrollado más aquí?

–No, lo primero. El atún puede ser en torno al 70% del mercado y las compañías conserveras de España. La sardina, en Brasil, es el 70% del mercado, por una cuestión de país en vías de desarrollo. A efectos conserveros, Brasil puede ser como España en los años 50, todos nos hemos tomado un bocata de sardinas después de venir del cole. Esto se ha ido perdiendo, el mercado ha ido girando al atún en España. Y en Brasil, como el atún es más caro que la sardina, está aún en ese camino.

–¿Por qué tienen flota pesquera propia?

–Cuando se toma la decisión de la flota propia, se sabía poco de lo que es una flota. Hoy, tenemos 7 atuneros, 2 buques frigoríficos bastante grandes y 3 de apoyo. Esa es nuestra flota: 12 barcos. Yo creo que se empezó por ese espíritu emprendedor y ese espíritu innovador de, si estamos comprando tanto pescado a esa gente, por qué no incursionamos un poco en ese mundo. Con el tiempo, hemos visto que a Calvo le completa mucho. El precio del atún a nivel global es muy variable, un año puede estar a 1.000 dólares la tonelada y el siguiente a 2.000. Es muy inestable. El hecho de tener una flota propia nos estabiliza la compañía. Si el atún está muy barato y nosotros no ganamos dinero con la flota, los márgenes en la conserva aumentan. Si hay una época en la que el atún es muy caro, nosotros, al pescarlo y vendérnoslo a nosotros mismos al precio de mercado, nuestros márgenes se resienten porque no somos capaces de trasladar a la distribución ese aumento de precios tan elevado, pero lo compensamos con los beneficios que nos aporta la flota pesquera. Por tanto, en Calvo siempre ha tenido un papel de estabilizador de los resultados de la compañía.

–¿Por qué fluctúa tanto el precio del atún?

–Podrían ser dos días de entrevista sólo para explicar este punto. En líneas generales, es por abundancia o escasez. Primera cuestión, para mi importante: es uno de los pescados más controlados del mundo, porque no está en un banco fijo, como la sardina en el saharaui. Ahí se va desarrollando ella misma: menos pesca, más aumento; más pesca, menos aumento. Y algo le afecta el medioambiente. Un atún viaja 1.500 km al año. Hoy está en Costa de Marfil, mañana en Ghana y dentro de un mes en Angola. Generalmente se pesca en aguas internacionales, por lo que hay grandes convenciones donde están representados todos los países con intereses en el atún en las que se toman decisiones sobre el índice de abundancia y medidas de vedas temporales. Por tanto, hay muchas prohibiciones. Pero, en mi opinión, lo que marca el precio es la abundancia. El atún depende mucho más de las condiciones del fitoplancton, de la temperatura del agua y otros miles de circunstancias que provocan años donde hay poco atún y años donde hay mucho. El precio reacciona a esto. El atún no depende tanto de su captura como de la naturaleza. Hay épocas con agua más caliente y más atún, épocas con agua fría y menos atún. Los científicos se dedican a limitar más la pesca cuando hay poco. Cuando hay mucho también limitan las cantidades para no pasarnos, pero, al final, los índices de abundancia tienen más que ver con la naturaleza en sí que con la mortalidad por pesca.

"Somos gallegos y apegados a nuestra tierra, intentamos favorecer a la sociedad en la que estamos"

–Con el mejillón de Galicia ha habido más de una discusión con la denominación de origen.

–La discusión siempre es buena. El mejillón de Galicia va a seguir. Calvo no va a enlatar otro mejillón que no sea el de Galicia. La discusión muchas veces está en si aquel que no quiere formar parte de la Denominación de origen tiene el derecho a poner que el mejillón es de Galicia o no. La ley dice que, para tú poder rotular "Mejillón de Galicia", tienes que formar parte de la DOP. Nosotros siempre hemos sido prácticos: la ley dice que tiene que ser así, lo hacemos. Hay otros que piensan que deben pelear por el derecho a ponerlo sin ser parte de esa Denominación y lo luchan de la forma que ellos entienden mejor. La inmensa mayoría de productores que envasan mejillón sin la etiqueta de DOP es un mejillón de Galicia. De cualquier manera, la mejor manera de controlar que lo que se mete en todas las latas sea gallego es vía una certificación.

–¿Y cuál es la relevancia de esa etiqueta DOP?

–Eso está todavía por ver, yo no lo veo tanto en lo personal como una diferenciación de calidad sino de tratamiento. Para mí, un mejillón tratado de otro lugar diferente podría ser igual de bueno que un mejillón gallego, pero no es lo mismo si tú vas a una batea, coges los mejillones los cueces y los metes en una lata, que ir a donde sea, comprar el mejillón, congelarlo, sacarlo y meterlo en una caja, luego en un contenedor que viene a Galicia, lo descongelas y lo introduces en una lata. En España, el mejor mejillón posible es el gallego, por cuestión de cercanía y por lo que yo defiendo también: somos gallegos y apegados a nuestra tierra, por tanto, para nosotros no tiene sentido, aunque pudiéramos encontrarlos baratos en otro sitio. Intentamos favorecer a la sociedad donde estamos, carece de sentido no tener el 100% de nuestro mejillón de Galicia. Es relevante que beneficiemos a la gente con esta industria, favorecemos que nuestra sociedad avance y vaya mejor.

–¿Y el pulpo? ¿Es mejor el marroquí?

–No la calidad del pulpo "per se". Ahí hay un montón de opiniones y científicos que podrían decir este pescado de agua fría es mejor que este de caliente. La realidad, yo soy más partidario de que el pulpo de Marruecos se consuma más en Marruecos y el español más en España, porque al fin y al cabo la huella de carbón que dejas, el transporte, toda la parafernalia que supone traer un producto tiene unos costes y le rebaja la calidad. Utilizar los productos que se encuentran en tu lugar es siempre la mejor opción, no digo que el mejillón o pulpo de otro sitio sea más bueno, pero es mejor consumirlo y prepararlo todo en el lugar de donde es.

–En 2017 suben las ventas, pero el beneficio no. ¿Cómo cierran 2018?

–Siendo que la flota nos estabiliza en cierta manera, nosotros no somos capaces de pescar todo el pescado que necesitamos. En Brasil, el pescado es con socios nuestros. Más que socios, te diría con pescadores más artesanales, que tienen un contrato de suministro con nosotros. Todo nuestro pescado en Brasil, por ejemplo, es de cañeros. Nosotros tenemos nuestros propios atuneros pescando en África y en el Pacífico. Una parte la utilizamos y otra la vendemos y compramos de terceros. Es decir, no es un negocio 100% cerrado, compramos y vendemos porque a veces estamos pescando una especia que no nos es tan interesante de producir y, al revés, otros momentos que estamos pescando mucho que nos interesa, nos lo quedamos todo para nosotros. En épocas donde el pescado es más barato, finales de 2017 y 2018, aunque la flota y la conserva se compensen, en cualquier caso, el pescado barato siempre baja las cuentas de cualquier compañía conservera. Por tanto, no deja de ser unos resultados algo peores en 2017 que en 2016 por una bajada de precios del atún mundial. 2018 ha sido un año también bastante complicado desde el punto de vista de precios de pescado, pero a nosotros nos va a ir muy bien.

–Durante la crisis, el consumo en alimentación de los españoles ha bajado. ¿Ha tenido impacto en las cuentas?

–No especialmente. Vendemos prácticamente a 70 países, por lo tanto, estamos cubiertos de las crisis locales. 2016, por ejemplo, fue afectado por la propia depreciación de la moneda brasileña. Un 40% de nuestras ventas se hacen en Brasil, por lo tanto, si el valor de la moneda brasileña pasa de 3 reales/euro a 4,5 reales/euro, ese descenso en la consideración de nuestra compañía, en la consideración en euros, hay una perdida. Es, entre comillas, irreal, puesto que al final es la valoración de un negocio en otro país con el tipo de cambio. En Brasil funcionamos en moneda brasileña, pero es ver-dad que la consolidación en euros del negocio ha tenido parte de la responsabilidad de que haya sido el 2017 sobre el 2016 un año un poquito peor. La realidad es que en España cada día vendemos más, hemos ganado dos puntos de mercado en los últimos cinco años. Aunque la alimentación ha caído, el mundo de la conserva de pescado se ha mantenido bastante estable. Sí es verdad que una presentación específica puede caer en ventas, pero sube otra. Hemos notado en los últimos años que to-do el atún en aceite vegetal, de soja o girasol, ha ido cayendo, mientras que el atún en aceite de oliva ha aumentado las ventas. Al final, al machear ambos números, el mercado de conservas en España crece, por lo que creo que nosotros estamos bastante a salvo de crisis de este tipo.

–¿Las empresas españolas están bien tratadas?

–A ver, es que son muchos a tratarnos. Generalmente, muy mal, pero hay un poco de todo. Ahora mismo, en cualquier serie de televisión, el empresario es malo, no hay ese empresario bueno, siempre es un explotador que paga mal, engaña a su mujer... El papel de empresario siempre es de malo, el trabajador sufre. Los medios nos han puesto esa imagen de que el empresario es un explotador en líneas generales. Incluso se ha puesto un poco de moda además que las grandes multinacionales engañan y dan veneno de comer. Y yo creo que esto esta fomentado por blogs, organizaciones y personas que desinforman más que informan. Yo no voy a decir que toda alimentación hecha en España sea maravillosa, pero tampoco lo contrario. Hace falta bastante mesura. Creo que el empresario está denostado, las empresas de alimentación tienen ese tufillo de envenenadores en masa y no es real.

–¿Y las administraciones, el Gobierno?

–Según qué gobierno. Me va a hacer entrar en una parte que no me gustaría... Mi abuelo siempre me decía que nunca entrase en política, porque siempre te puede pasar factura. Yo creo que los empresarios tenemos que ser conscientes de que hay que pagar impuestos, ser responsables, hacer las cosas bien... Los gobiernos tienen que interiorizar, todos ellos, para no señalar a nadie, que el empresariado, tanto el grande como el pequeño, sobre todo este último, es absolutamente necesario para el desarrollo del país. Por tanto, cuantas más facilidades den para el desarrollo, mejor le va a ir al país, no creo que la medida fiscal dura sea la mejor receta para el desarrollo.

–Pues últimamente parece que son ustedes el bálsamo de fierabrás para arreglar todos los rotos del presupuesto.

–Sí, pero yo espero que esto poco a poco vaya cambiando.

–¿Dónde quieren llegar, cuál es el futuro de Calvo?

–El futuro de Calvo creo se modifica todos los días, lo decide la familia. Queremos seguir creciendo en mercado, pero no creo que el futuro pase por en vez de estar en 71 países estar en 80. Pasa más por, en los 7 u 8 que estamos muy bien, mantener la posición. Sí nos gustaría poner más el foco en aquellos en los que creemos que podemos convertirnos en marca líder o muy significativa. Yo hoy cambiaría la presencia en cinco países por fortalecerme en otros cinco. Sabemos que somos base en atún y sardina y mejillones. La vía de crecer es en formatos, bases diferentes, más básicos, más cómodos, evidentemente siempre preservando la calidad.

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