EEUU

Discretos, lentos y baratos: las claves que mantienen en el aire a los globos espía

Expertos militares confirman la vigencia de este sistema de vigilancia pero advierten del fin de la tolerancia internacional con sus vuelos

El globo chino derribado recientemente, a su paso sobre el territorio de Montana.

El globo chino derribado recientemente, a su paso sobre el territorio de Montana. / REUTERS

Juan José Fernández

La última vez –reconocida- que España utilizó globos para vigilancia militar fue en 2011 en Afganistán. Sobre la base de Qala i Naw y otros destacamentos de la provincia de Baghdis, el Ejército había elevado balones de helio a 800 metros de altura, anclados por cable y cargados de cámaras de visión diurna y nocturna. “Era barato; estaban a salvo de cualquier intento de derribo por los talibanes y nos daban una vista muy amplia de los alrededores”, cuenta uno de los mandos que intervino en el despliegue de la misión ISAF.

Este año, aseguran fuentes del Ejército del Aire y el Espacio, ningún globo espía extranjero ha sobrevolado territorio español. No al menos que haya sido detectado por el complejo de radares.

Y esa precisamente, la de la dificultad de la detección, es una de las claves que explican la proliferación de balones voladores, supuestamente espías, que asoma tras el incidente que ha crispado las relaciones entre Estados Unidos y China.

En realidad los globos estratosféricos tienen doble uso, civil o militar, meteorológico o espía, desde su invención. Las principales potencias tienen en órbita satélites capaces de distinguir la matrícula de un coche a 200 kilómetros de altura, máquinas que podrían haber enviado a los globos al rincón de los cacharros obsoletos, pero la vigencia de estos lentos espías flotantes responde a una lógica de coste y resultados.

Fuentes militares consultadas por este diario resumen en cinco las razones para usar aún hoy los globos espía. La primera de ellas es la dificultad de su detección; la segunda es la no atribución; la tercera, el bajo coste; la cuarta, la menor previsibilidad de su trayectoria… Pero es la quinta la que podría estar a punto de desaparecer, advierten: la tolerancia con que se han venido tratando estos vuelos, como pecado venial, entre los estados.

Difíciles de ver

La Unión Europea no tiene adaptados sus sistemas de radar a la suspicacia militar tanto como Estados Unidos, Rusia y China; no al menos los detectores civiles europeos, orientados al pacífico control del tráfico aéreo. Mirar más arriba de las diferentes alturas de navegación civil –o sea, otear por encima de los 46.000 pies o 15.000 metros- es cosa de radares hoy dedicados más a los satélites y basura espacial que a este tipo de aparatos. “Son difíciles de detectar –explica la mencionada fuente del Ejército de Aire- no solo por su baja huella, también porque son lentos, tan lentos que uno de estos aparatos puede plantarse sobre Madrid durante días si las corrientes de aire se lo permiten”.

Los radares civiles son colaborativos, necesitan respuesta electrónica del objeto observado mediante un 'trasponder'. Por eso no “ven” los globos, que deben ser detectados por radares primarios. Pero para estos, la escasa velocidad es un problema.

No es la única ventaja. “En la obtención de inteligencia –explica sobre la segunda razón un jefe de Infantería once veces rotado en misiones internacionales- es muy importante no solo conseguir datos, también que esa vigilancia se lleve a cabo evitando que puedan acusarte de que eres tú el mirón”. En el caso de los globos, un lanzamiento desde un buque en aguas internacionales, por ejemplo, contribuye a adquirir la ventaja de la no atribución. “Todo el mundo tiene globos volando, y nadie sabe a ciencia cierta de quién son y a qué se dedican”, añade.

Ninguno de estos parámetros se ha cumplido en el caso del globo chino sobre EEUU. Tampoco la ventaja que tienen los aeróstatos sobre los satélites. Los aparatos orbitales ven mucho, pero su trayectoria y su velocidad son previsibles, tan calculables como su hora de aparición sobre un territorio. En el caso de los globos no hay órbita, sino viento. Su camino es más difícil de trazar.

La del globo es una intrusión diplomáticamente menos agresiva que la de, por ejemplo, un dron espía de alta cota, como el Global Hawk norteamericano. “Y si te lo derriban, tampoco puedes quejarte… si quieres seguir siendo discreto -explica el alto oficial de Tierra-, y tampoco se pierde mucho”. Hay una enorme diferencia de presupuesto entre perder un globo meteorológico con cámaras y antenas de vigilancia (unos 200.000 euros) y un avión espía Northrop Grumman RQ-4, que es el nombre técnico del Global Hawk, y que cuesta 200 millones de dólares.

'Made in China'

En el negocio de los baratos globos meteorológicos, Europa tiene agrupadas sus fábricas principales en Alemania y Austria, con firmas como BBL Aeromet o el grupo Noris, que no solo crean un balón y lo llenan de helio; también lo dotan de software de comunicaciones y sensores.

Pero es China el país que lidera el mercado. Chino es el látex de la mayoría de los globos sonda blancos de nueve metros de diámetro máximo que la Agencia Estatal de Meteorología suelta cada día desde sus estaciones de Palma, A Coruña, Santander, Murcia, Tenerife y Madrid. Esos balones solo miden viento, presión, humedad… variables que transmite con una radio y un localizador GPS hasta llegar a su techo, a 30.000 metros, y reventar.

China lidera el mercado –como en tantos productos susceptibles de uso militar- a través del Instituto de Investigación y Diseño del Caucho de Zhuzhou. Allí hacen el globo Hwoyee, el modelo abatido en Estados Unidos.

Restos del avión espía norteamericano U2 derribado el 1 de mayo de 1960 en un museo de Moscú.

Restos del avión espía norteamericano U2 derribado el 1 de mayo de 1960 en un museo de Moscú.

Contra los espías voladores desarrolla la ingeniería de defensa misiles específicos. Y puede que su creciente alcance y el incidente chino-americano marquen el fin de una tolerancia que venía propiciada, sobre todo, por la ausencia de leyes internacionales claras sobre el espacio aéreo.

Quién manda en el aire

Entre los 20 y los 100 kilómetros de altura hay una zona difusa, no solo por su densidad gaseosa, también por su regulación legal. Es la franja que suelen atravesar estos globos. El consenso internacional mayoritario fija como espacio aéreo de un país una altura vertical de 20.000 metros o 60.000 pies. De lo que hay más arriba, hasta la zona por la que orbitan los satélites, quizá se hable algo concreto la próxima semana en una nueva reunión del Comité de Naciones Unidas para el Uso Pacífico del Espacio Exterior.

De momento sobre los intentos de acuerdo está la realidad del poderío militar efectivo. En la práctica, el espacio aéreo de soberanía de un estado llega tan alto como puedan llegar sus ojos y sus dedos, sus radares y sus misiles.

El 1 de mayo de 1960 acreditó este principio de forma taxativa la Rusia soviética. Aquel día derribó un avión U2 espía norteamericano que sobrevolaba su territorio a más de 20.000 metros, sin que las baterías antiaéreas ni los cazas pudieran alcanzarlo… hasta que se adentró en área protegida por los misiles S-75, que llegaban a los 25.000 metros. Uno de ellos acabó con los hasta entonces impunes vuelos mirones sobre territorio soviético.

Límites del Espacio aéreo Barcelona según el documento AIP de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea.

Límites del Espacio aéreo Barcelona según el documento AIP de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea.

El espacio aéreo español es una porción de atmósfera tan ancha como su territorio peninsular e insular y aguas adyacentes, y tan alta como lo que los aviadores civiles y militares conocen como FL660.

Como la mayoría de los países europeos, España declara el Flight Level 660 como “límite vertical” de servicios, los 66.000 pies de altura -algo más de 22 kilómetros- hasta los que puede informar sobre vuelos.

Los estados declaran su límite vertical en un documento de control: la AIP, siglas en inglés de Publicación de Información Aeronáutica, descripción primaria de, entre otros detalles, dónde comienza el espacio aéreo de un país.

No toda esa columna de aire se domina por igual. La fuente del Ejército del Aire diferencia entre “Espacio aéreo controlado o FIR, y el espacio UIR, la Región Superior de Información de vuelo. La raya está en el FL245, o 24.500 pies”.

Hasta esa altura, algo más de 8.000 metros, hay diversas zonas de control definidas por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Por encima está la UIR, para la que 66.000 pies no son un final; de hecho, la AESA define oficialmente la Upper Information Region como “el espacio aéreo enmarcado entre el nivel FL245 y el infinito”. 

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