Rusia

Nicaragua, Venezuela y Cuba, los pilares del Kremlin en América Latina

Putin piensa en Latinoamérica como un pilar en el proceso de construcción de lo que denomina "un mundo multipolar"

Maduro y Putin, en una reunión en Moscú, en diciembre del 2018.

Maduro y Putin, en una reunión en Moscú, en diciembre del 2018. / Reuters

Abel Gilbert

Rusia trata de recuperar el impulso de su hoja de ruta en América Latina, puesta en entredicho por las consecuencias internacionales de su invasión a Ucrania. Un partido de fútbol de abrumadora superioridad frente a los cubanos, una salutación entusiasta al nicaraguense Daniel Ortega en su cumpleaños y nuevas acciones de fortalecimiento de la alianza entre Moscú y Caracas son apenas los signos previsibles de la política hacia la región de Vladímir Putin. El Kremlin aspira a que el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) abra nuevas puertas a través de uno de sus socios preferenciales, Brasil. Una reciente reunión del grupo en San Petesburgo contó con la presencia de empresarios latinoamericanos y países invitados como Bolivia, donde la empresa estatal rusa Uranium One Group comenzará la explotación de litio. A la vez, Moscú quiere dar muestras de pragmatismo tendiendo puentes hacia una Argentina gobernada por la ultraderecha.

Desde mediados de los años 90, la política exterior rusa, primero a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Evguéni Primakov, y, en el presente, de la mano de su sucesor Serguéi Lavrov, piensa a Latinoamérica como un pilar en el proceso de construcción de lo que denomina "un mundo multipolar". La invasión a Ucrania supuso un freno a ese impulso. A pesar de que la región no unificó su voz de condena, la situación no ha sido la misma desde febrero de 2022.

En la actualidad, el Kremlin tiene vínculos preferenciales con Cuba, Venezuela y Nicaragua, los países que silenciaron toda expresión de crítica o repudio a las apetencias de Putin. Bolivia se ha abstenido a su vez de la condena. Brasil, México y Argentina censuraron la invasión, pero trataron de diferenciarse de Estados Unidos y la UE. "Aunque terminen como chatarra en Colombia, no entregaremos armas rusas para que se las lleven a Ucrania para prolongar una guerra", respondió el presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas de frebrero pasado. Y añadió: "No estamos con ningún bando. Estamos por la paz". El Gobierno de izquierdas del presidente chileno Gabriel Boric y el de centroderecha de Uruguay, encabezado por Luis Lacalle Pou, fueron los que con más énfasis han tomado distancia de Rusia a partir de la guerra.

"Intereses comunes"

El presidente Luiz Inacio Lula da Silva intentó mediar entre Moscú y Kiev, pero sus aspiraciones no llegaron a buen puerto. Según distintos medios, Lula rechazó la posibilidad de recibir a Volodímir Zelenski en el marco de su reciente visita relámpago a Buenos Aires, donde participó de la ceremonia de asunción de Javier Milei. "Es importante que una voz tan potente en América Latina como la Argentina, Paraguay, Uruguay y Ecuador estén de nuestro lado", dijo el ucraniano tras fundirse en un abrazo con el ultraderechista.

Moscú observó desde lejos la escena y dijo estar "interesada en desarrollar las relaciones bilaterales" con Buenos Aires, a pesar del profundo giro ideológico. "Tenemos la intención de concentrarnos en nuestros intereses comunes", señaló el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Esa aspiración no privó a Putin de cuestionar el programa del anarco capitalista a pesar de tratarse de "una decisión soberana". La dolarización de la economía o atar su destino a esa moneda, dijo, sorprendentemente, colocaría al Gobierno "en condiciones muy difíciles desde el punto de vista de la estabilidad política interna".

El concepto "intereses comunes" tiene claramente otro significado con los países de mayor afinidad política. El pasado 20 de noviembre, la selección rusa de fútbol jugó en La Habana no solo para celebrar décadas de amistad. El equipo ruso ha sido marginado de las competiciones y no encuentra casi con quien jugar. Ganó por ocho goles a cero. Su superioridad en el terreno es también en las relaciones bilaterales.

La isla le debe 2.300 millones de dólares. Ese pasivo se restructura sistemáticamente porque La Habana no tiene cómo pagar. Por lo pronto, la presencia económica de Moscú es cada vez más visible, como lo certificó la reciente visita del presidente del Consejo Empresarial Rusia-Cuba de la Cámara de Comercio e Industria, Boris Titov. En la isla se ha activado días atrás en las terminales de pago cubanas el acceso a las tarjetas bancarias Mir, la alternativa rusa a Visa y Mastercard para los miles de turistas de ese país que descansan en la mayor de las Antillas.

El amigo Maduro

Esa alternativa bancaria no parece tener posibilidades de implementación en una Venezuela cada vez más dolarizada. Moscú y el gigante petrolero Rosneft han proporcionando a ese país al menos 17.000 millones de dólares en préstamos y líneas de crédito desde 2006. Más allá de esas asimetrías, Putin suscribirá en breve un acuerdo de asociación y "cooperación estratégica" con Caracas.

Nicolás Maduro, se informó, debe viajar a Moscú antes de que concluya el año. Los vínculos, dijo el ministro de Exteriores venezolano, Yván Gil, atraviesan su "mejor momento". Ambos Gobiernos "comparten los mismos principios y coinciden plenamente en sus posiciones" en marco de la ONU y otras plataformas internacionales. El pasado 11 de diciembre, la portavoz de la cancillería rusa, María Zajárova, hizo saber la posición del Kremlin sobre el litigio entre Venezuela y Guyana por el Esequibo, unos 160.000 kilómetros ricos en petróleo y minerales que pertenece al segundo de los países y que Caracas aspira a anexar bajo el pretexto del resultado de una reciente consulta popular en la que votó la mitad del padrón. "Partimos de que esta cuestión es un asunto de las relaciones venezolano-guyanesas y debe resolverse en términos de buena vecindad mediante la búsqueda de soluciones pacíficas y mutuamente aceptables, de conformidad con el Derecho Internacional y los acuerdos firmados entre las partes, así como la legislación nacional vigente”, dijo Zajárova. La intervención no pasó inadvertida en Washington.

En este contexto, la presencia mediática rusa es objeto de interpretaciones encontradas. La audiencia del portal RT en español era antes de la invasión de unos 21 millones. Sus cuentas en las redes sociales tenían unos 25 millones de seguidores. Esos contenidos han sido bloqueados en Youtube y se ha hablado de una merma en general de ese flujo. No obstante, una noticia de RT del 21 de noviembre pasado celebró el "reconocimiento" de Estados Unidos de "la influencia" de los medios rusos en la región. El portal cita a James Rubin, enviado especial y coordinador del Global Engagement Center del Departamento de Estado, quien ha detectado una "campaña de desinformación continua y bien financiada" que abarca al menos 13 países, desde Argentina y Chile en el sur hasta México. Esa incidencia es inverificable.

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