La delegada del Gobierno se escuda en que «las detenciones son fruto de acciones ilícitas y minoritarias». De lo que no se dan cuenta ni la señora Sánchez de León, ni el ministro del Interior, el señor Fernández Díaz, es de que cuando se pierde la confianza en la justicia, sólo cabe apelar a la conciencia, la cual, al pasar del singular al plural, se convierte en moral. En nombre de la legalidad y la prosperidad (sólo para algunos) se están cometiendo tantas barbaridades como en otros tiempos se cometieron en nombre de Dios. Los chavales no entienden (y yo tampoco) la absoluta inacción por parte de la política y la justicia, ante los verdaderos culpables de esta crisis, mientras que por otra parte, se emprenden acciones tan duras como esas cargas policiales contra niños y niñas de 14 años por protestar.

Es cierto que esas concentraciones no son legales, pero desde una perspectiva moral tampoco son reprobables. De forma contraria, la actuación de la policía será legal, pero también absolutamente inmoral. La propia delegada ha convocado reuniones con los responsables de los partidos para analizar la proliferación de concentraciones/manifestaciones no comunicadas. Me parece que tienen en la mano una bomba de relojería y deberían andarse con cuidado, no sea que nos estalle en la cara.