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El mes de los difuntos

Estamos en pleno otoño. El invierno casi a las puertas. Los días, nublados y teñidos de gris. Las noches, cada vez más largas y oscuras. Las hojas caen. Y, si nos paramos a pensar, nos resulta lógico que la tradición cristiana recuerde en estos días de noviembre a nuestros antepasados, a los seres queridos. No es, sin embargo, un periodo de lloros y tristezas, de llantos y lamentaciones, sino de alegría. Porque aquellas personas a las que hemos amado, siempre están con nosotros, aunque no las veamos. Entre tanto ajetreo diario -redes sociales, televisión, trabajo- y tantas preocupaciones cotidianas -ir a este lugar, terminar aquella gestión- quizá este mes sea un buen momento para detenerse y reflexionar: ¿cuánto me acuerdo yo de aquella persona que tanto me amó? Y, valga el atrevimiento, ¿cuánto amo a la persona a la que tengo a mi lado? Feliz mes de los difuntos (sí, ¡feliz!). Y, si se me permite, ¡feliz mes de los vivos, también!

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