Necrológica

Adiós a Telesforo Marcial Hernández: un historiador singular

'Pierdo un gran amigo, la Universidad de València pierde un gran profesor, y Alicante, a un hijo de su tierra, de cuya luz estaba eternamente enamorado.'

Telesforo Marcial Hernández.

Telesforo Marcial Hernández. / L-EMV

Manuel Sanchis i Marco

Se me ha ido, como de un soplo, Telesforo Marcial Hernández. Lo supe cuando noté una lanzada en el costado. Pierdo un gran amigo, la Universidad de Valencia pierde un gran profesor, y Alicante, a un hijo de su tierra, de cuya luz estaba eternamente enamorado. Como gran historiador que fue, Catedrático de Historia Moderna, el profesor Hernández ensanchó su interés historiográfico hasta los liberales españoles del s. xix. Sentía por ellos verdadera pasión debido, sobre todo, a la naturaleza revolucionaria del liberalismo burgués y progresista.

Desplegó una vasta obra académica, en la cual quedan recogidos más de cincuenta estudios sobre la cultura en el s. xviii y la historia económica del s. xix, que era su especialidad. Uno de los aspectos más sobresalientes de sus escritos consistió en rescatar de la memoria histórica, que el tiempo deshace y consume, las actividades empresariales de aquellos prohombres del liberalismo burgués valenciano, hoy casi desconocidos del gran público.

Telesforo Marcial Hernández.

Telesforo Marcial Hernández. / L-EMV

A pesar de todas las dificultades con las que tropezó nuestra revolución industrial, aquellos próceres de la economía y la política españolas jugaron un papel determinante en los inicios de la revolución burguesa en España. En sus múltiples escritos, y lleno de admiración, el profesor Hernández les dedica la minuciosidad propia de un historiador de filigrana. Me estoy refiriendo a sus obras sobre Vicente Bertrán de Lis, y José Gabriel Campo, el marqués de Campo. Telesforo admiró en su fuero interno a estos ilustres empresarios valencianos por su ingenio empresarial, y por su relevancia en los centros del poder en Madrid gracias a los contratos de suministros para España.

En el caso del marqués de Campo, sus iniciativas incluyeron la constitución de la Sociedad Valenciana de Fomento, la sustitución del alumbrado de aceite por el de gas en Valencia, las obras del puerto del Grao, el ferrocarril a Játiva, etc. [Hernández, T. (2010): El apoyo de la RSEAP a las empresas promovidas por José Campo (1840-1855)]. En cuanto a los suministros del marqués de Campo para España, el profesor Hernández se detuvo a analizar el abastecimiento de tabacos a las fábricas de la península [Hernández, T. (2006): Contratas y contratistas del suministro de tabacos en rama en España. Los dos tiempos empresariales del marqués de Campo], Por su parte, los suministros de Bertrán de Lis se referían a los relativos al trigo y al carbón para el municipio de Valencia y para el ejército español, respectivamente [Hernández, T. (2023): Vicente Bertrán de Lis en los inicios de la revolución liberal. Valencia (1793-1809)].

El análisis de las comunicaciones, los transportes y el ferrocarril, y su financiación, como palancas de progreso económico y bienestar material, fue otro de los ejes vertebradores de su quehacer historiográfico. Su obra Ferrocarriles y capitalismo en el País Valenciano, 1843-1879, le valió el Premio Senyera 1981. Todos los años, por estas fechas, se desplazaba hasta Madrid en visita de investigación. Allí, en el aire de Madrid, Telesforo presentía cada año un anticipo del milagro de la primavera. Su trabajo en los archivos de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles y de la Casa de Velázquez, así como las animadas charlas con los investigadores y amigos Miguel Muñoz y Javier Vidal, le servían para renovar las energías antes de su vuelta a casa.

Telesforo se hacía de querer y cultivaba una amistad clara y veraz, aquella que te hablaba de quién eras. Cuando conversabas con él, podías reconocerte en su mirada limpia, en su risa contenida. Aristóteles nos explicó en Ética a Nicómaco que “la piedad requiere de nosotros que hagamos honor a la verdad por encima de nuestros amigos”. En el caso de Telesforo, sin embargo, era él quien hacía honor a la verdad cuando te ofrecía su amistad. No es de extrañar que tuviese entrañables compañeros y verdaderos amigos en la universidad como Inmaculada Aguilar, Carmen Aranegui, Manolo Ardit, Marc Baldó, Ricardo Franch, Mª Antonia García-Benau, Carmen García-Monerris, Ramón López, y tantos otros. Todos lloramos hoy su pérdida, empezando por su familia, Julia Gabaldón y Julio Hernández. También lo hacemos sus amigos cotidianos, Paco Molina, Fernando Mut, Vicente Todolí.

El profesor Hernández fue un infatigable compañero de bregas universitarias de todos ellos. Compartí con él, y con otros amigos comunes, el día de su despedida como docente el 14 de mayo de 2014. El aula estaba al completo de alumnos, y, sobre todo, de cariño hacia su profesor. A partir de ese día ya no volvería a abrirles el apetito intelectual ni a estimularles con su saber. Ávidos de historia como estaban, tampoco les volvería a abrir las ventanas insospechadas sobre los liberales burgueses y progresistas del s. xix en España.

Pero no deseo seguir hablando en este momento de sus ideales universitarios, tampoco de sus virtudes académicas, que son muchas, sino de la huella personal que ha dejado a nuestro alrededor. En mi persona, imborrable. He de confesar que nuestras discusiones sobre asuntos sociales y políticos eran muy a menudo encendidas, pero terminaban indefectiblemente con un abrazo fraternal. Nos sabíamos distintos, pero siempre hermanos. Aunque Telesforo era una persona de raigambre socialista, ése era su talante liberal, en un país tan poco liberal como es España, para gran desgracia nuestra.

El vacío que deja es abismal, aprendí muchísimo de él en todas y cada una de nuestras conversaciones. En todas las cuestiones que se suscitaban, el profesor Hernández siempre interrogaba a la realidad económica, política y social bajo el prisma cristalino del historiador riguroso. Era inevitable que no hiciese mención a algún hecho de la historia reciente de España, que fuese pertinente para el análisis del momento. Todo un lujo para mí. ¡Qué gran vacío!

Decía Miguel Delibes, en Cinco horas con Mario, que siempre se van los mejores, y así es. Este hijo de Alicante, que siempre mantuvo un compromiso cívico y político con su tierra y sus gentes, nos ha dicho adiós con enorme discreción. Nos deja la autoridad de su obra y su bonhomía. Descanse en paz este hombre bueno y cabal, y que su ejemplo perdure entre nosotros.