Las personas tenemos tendencia a escudarnos en el hecho de que tenemos problemas a la hora de explicar o justificar acciones y estados de ánimo. Pero, ¿hasta qué punto sabemos enfrentarnos a ellos sin caer en la autocomplacencia? La perspectiva es un aspecto de vital relevancia cuando tratamos con problemas o disyuntivas; no obstante, la educación y la formación que un individuo puede recibir no enseña a reflexionar desde diferentes perspectivas para obtener información adicional y muy útil del escenario que se nos presenta.

Ante esta carencia, de manera difícilmente perceptible por el sujeto entra en juego el ego. El ego nos sitúa en una perspectiva concreta y pobre en la que nos presuponemos el centro del universo inconscientemente y dejamos de lado la objetividad, complicando más la compleja tarea de identificar dónde está el problema real y eliminar espejismos generados irracionalmente por las emociones.