El decadente siglo XXI pasará a la historia, entre otras cosas, por un retroceso sin precedentes en materia de Derechos Humanos, amparado cínicamente en nombre del progreso y de la igualdad. Sería absolutamente impensable que existiesen leyes específicas para cualquier colectivo humano por razón de su etnia, raza o religión... pero en cambio, hemos aceptado que existan leyes específicas que discriminan a los ciudadanos en función de su sexo. La férrea oposición de las asociaciones feministas a establecer como modelo preferente a nivel legislativo la custodia compartida en caso de divorcio de matrimonios con hijos sólo se explica por un sexismo repugnante que anula cualquier derecho de los hombres como padres de sus propios hijos. El hecho que nuestro país reconozca como modelo preferente la custodia compartida para perros y gatos en caso de divorcio de sus dueños pero no para los hijos de padres divorciados lo dice todo del tipo de sociedad que estamos construyendo, donde los animales tienen más derechos que nuestros propios hijos.