Como usuario de la piscina del polideportivo del barrio de Orriols, no puedo más que mostrar mi más absoluto pesar por estar asistiendo al cercano cierre de un centro deportivo que abrió sus puertas en el año 2000.

Sin embargo, la desidia mostrada por las instituciones públicas de la ciudad (véase Concejalía de Deportes y Fundación Deportiva Municipal), junto a la dejadez en sus funciones de la empresa que ha gestionado durante estos últimos años esta instalación deportiva, hacen entrever que la persiana está a punto de bajarse.

Ya sucedió hace unos meses con el cierre de las piscinas de Abastos y Ayora y ahora se va a repetir la historia. Así, ya se nos advirtió hace unas semanas que en agosto se cerraría el polideportivo por vacaciones pero que no se sabe si abrirá en septiembre. Por lo pronto en julio se eliminan los cursos de natación y se ha prohibido terminalmente en el propio centro la recogida de firmas para evitar su cierre.

Por si fuera poco, las condiciones de salubridad brillan por su ausencia (la suciedad se apodera de los vestuarios, los desperfectos en el centro son cada vez más patentes y la calidad del agua de la piscina deja mucho que desear).

Creo que nadie se ha dado cuenta de la importancia que tiene este centro deportivo para un barrio marcado actualmente por la inseguridad. La gente mayor lo necesita para su salud y la gente joven para evitar caer en el mundo de las drogas.

Todavía estamos a tiempo de remediar una situación que sería catastrófica para el barrio. Pero para ello hace falta voluntad política y que la empresa adjudicataria cumpla con sus obligaciones, dos circunstancias que ahora mismo son casi imposible que se cumplan.