El capital norteamericano desembarca con cada vez más fuerza en el fútbol europeo y empieza, poco a poco, a rivalizar con el resto de inversionistas, mayoritariamente de origen árabe, ruso y asiático. El caso probablemente más conocido es el de Malcolm Glazer, que en 2005 formalizó la compra del Manchester United por 800 millones de euros. Glazer, fallecido en mayo de 2014, decendía de una familia de inmigrantes judíos lituanos e hizo fortuna con First Allied Corporation, una sociedad de bienes raíces que posee y alquila centros comerciales en todo Estados Unidos. El United no era su primera experiencia en el mundo del deporte ya que también poseía los Tampa Bay Buccaneers de la NFL, a quien llevó a la victoria en la Superbowl de 2003. No obstante, Malcolm y su hermano Joel se encontraron desde su primer día con la oposición frontal de una buena parte de la grada de Old Trafford. Además de exhibirse pancartas como «Love United, hate Glazer» —Ama al United, Odia a Glazer—, un grupo de aficionados creó un nuevo club, el FC United, para reivindicar el espíritu original de los Diablos Rojos.

Mejor aterrizaje tuvo en el Liverpool John W. Henry, cabeza visible de un grupo de empresarios norteamericanos que, en 2010, compraron la entidad de Anfield por 340 millones de euros. Henry, dueño de los Red Sox de Boston, una de las más carismáticas franquicias de beisbol de los Estados Unidos, sucedía en la dirección a Tom Hicks y George Gillett —también norteamericanos—, despedidos entre las protestas de los aficionados al haber descapitalizado un equipo con la marcha de pilares como Rafa Benítez, Xabi Alonso y Mascherano.

El último ejemplo reciente es el de la Roma, en 2011. El club «giallorosso», históricamente dominado por la familia Sensi, fue vendido en un 60 % por 70 millones de euros a un grupo inversor italo-americano representado por Thomas DiBenedetto. En su presentación afirmó que quería ganar «lo mismo que Berlusconi con el Milan». Su primer fichaje, que no cuajó, fue el de Luis Enrique. El interés inversor norteamericano coincide con el auge del «soccer» americano, con una Major League Soccer cada vez más pujante y una selección en crecimiento, como demostró en el pasado Mundial de Brasil.