A diferencia de lo que ocurre con los aciertos, para los que no siempre hay premio, los errores casi siempre conllevan un castigo. Que se lo digan a Campaña, protagonista muy a su pesar. En un partido en el que rozó la perfección con 31 entregas al pie y una media estadística del 75 por ciento de efectividad en el pase, un error suyo en la entrega permitió al Sevilla ensamblar el ataque con el que marcó el gol de la victoria. Un desenlace duro para el Levante, que a cinco minutos del final rozaba el empate, encima cuando lo peor de la tormenta parecía haber pasado. Y cruel para Campaña en la que a punto ha estado de volver a ser su casa. Nada, sin embargo, que no le haya pasado otras veces. En la ausencia de filtro es donde radica su grandeza. Pero en su centenario de partidos en Primera, para más inri con las anginas punzándole la garganta, mereció mejor suerte.

Más allá de la desconexión de Campaña, tan puntual como recurrente para un surfero del riesgo como él, la del Levante en el partido fue la historia de un equipo que enseñó los dientes pero que no se decidió a hincarle ninguno. Le faltó colmillo para hacerlo y también un Jesús Navas que percutiera por banda hasta meter el pie por el agujero. En un Sevilla que tiró más de inercia que de fútbol, con su eterno rostro de niño fue el responsable de ponerle cara y ojos al peligro cada vez que enfiló a Toño. Estaba claro, y no va con segundas, que le iban a dar la noche.

Quitando la manita de la pasada temporada, tan excesiva como impertinente, el Levante hizo en el Pizuán el partido al que en visitas anteriores se había acostumbrado. Uno en el que se plantó en el campo sin menudencias y en el que atravesó varios dientes de sierra. Mediatizado por el esfuerzo físico, de ser amo y señor en la primera media hora pasó a entregar la cuchara antes del descanso. De ahí a sufrir un asedio tras la reanudación para terminar recuperando la compostura. Al final se rehizo, como pudo, con el pegamento algo seco de Bardhi, al que no le llegó a adherir el balón, y el dique que plantó Vukcevic.

Tan desacertado como incapaz ante el paralotodo de Aitor, el Sevilla se estampó una y otra vez sin erosionar en exceso el muro balcánico en el que Radoja salió a cubo limpio. Y eso que la puesta en escena no tuvo nada que ver con la de un equipo que saliera a defenderse panza arriba. Y es que, aunque su cabeza afeitada lleve a engaño, Paco López nunca desaprovecha la oportunidad de soltarse la melena, pedir un papel principal y, de paso, darse la razón a sí mismo renunciando a una alineación estable y a un dibujo fijo. El míster es así y su capacidad de sorpresa ya no lo es tanto para los que lo conocen pero sí para los rivales.

Lopetegui tardó un buen rato en enterarse de la frecuencia del partido. Con una puesta en escena similar aunque con distinto sistema, un 4-3-3 con despliegue en fase ofensiva y huecos en las alas en la retaguardia, el Levante colapsó al Sevilla de salida. Sin embargo, primero faltó el gol y después el fuelle para mantener un listón de exigencia tan alto en la presión. La bendición cuando las fuerzas no le alcanzan, eso sí, es que Aitor siempre está en su sitio. El portero de moda justificó una vez más su mejora de contrato con otro recital de paradones, desde el remate a bocajarro de Reguilón al del Chicharito. Sólo con dos remates no pudo: uno en fuera de juego y el del gol, obra de un De Jong que no desperdició a la segunda la que si malogró dentro del área pequeña a la primera.

En ataque, el Levante apareció lo justo. En contra de lo que en él suele ser habitual, Paco López prefirió plegar velas con los cambios y cuando tiró de Mayoral ya era tarde. Roger, en una de sus dos únicas apariciones en el área, tuvo la mejor oportunidad a bocajarro tras una buena triangulación. Sin embargo, el Pistolero disparó a destiempo. Lo mismo que Morales, que conserva la potencia pero no la resistencia en carrera para correr sin centro de gravedad. En el costado opuesto Hernani retaba a Reguilón, pero sin término medio. El portugués igual le ganaba la cartera que se hacía un nudo en las piernas tratando de regateárselo, así que las mejores oportunidades llegaron de la estrategia que ponía en marcha Campaña. Ante esta inoperancia, con Vaclick de espectador y Cabaco al límite de la expulsión, Lopetegui se fue a buscar el partido probando con dos puntas. Y lo encontró cuando uno de ellos, el que sacó del banquillo, recogió el guante de Navas, protagonista de un partido que para el Levante UD parecía hecho a medida de Campaña.