La lotería no siempre trae alegrías. El que cayó un 23 de octubre de 2004 en Benidoleig provocó un cisma en el pueblo y arruinó amistades de toda la vida. El Supremo, como ya avanzó este diario el pasado mes de diciembre, le dio la razón a Joaquina, la vecina jubilada de 77 años que se quedó el décimo agraciado con el premio especial de 1,2 millones y repartió los otros, también premiados, pero con 30.000 euros a los amigos con los que llevaba jugando 15 años. Ahí acabó la amistad. En este pequeño pueblo de algo más de mil habitantes, las heridas siguen abiertas. Joaquina lleva años comprando el pan en otro pueblo, ya que la panadería del suyo es de uno de esos amigos perdidos que no le perdonan que se quedara para ella sola el premio gordo y sólo se aviniera a repartir las migajas.

En los décimos de lotería compartidos hay que pactar antes del sorteo cómo se repartirán los posibles premios. Así lo indicó el Tribunal Supremo en la sentencia que absolvió a Joaquina, una vecina de Benidoleig de 77 años acusada de quedarse con un décimo que tenía un premio especial a la fracción agraciado en un sorteo de la Lotería Nacional y que jugaba con un grupo de amigos.

La Audiencia de Alicante la condenó a un año y medio de cárcel por un delito de apropiación indebida a Joaquina, pena que ahora ha revocado la Sala de lo Penal del Alto Tribunal. Luego, en la sentencia de 2019, argumentó el Supremo que no había un pacto previo que determinara una asignación de cuotas sobre las perspectivas de cobro y por tanto no existe delito alguno.

El fallo contó con los votos discrepantes de dos de los cinco magistrados que sí consideraron que debía mantenerse la condena. Para el resto, se trató de una reclamación que debería solventarse por la vía civil. La sentencia condenatoria de la Audiencia obligaba a indemnizar con 365.000 euros a los querellantes del dinero del premio, por lo que ahora será en la vía civil donde se tenga que determinar si se debe pagar o no.

Los hechos ocurrieron tras el sorteo de la Lotería Nacional del 23 de octubre de 2004, en el que un grupo de siete amigos resultó agraciado con el primer premio, por lo que se repartieron 30.000 euros cada uno. Estos amigos llevaban más de 15 años jugando con los décimos que la acusada se encargaba de comprar y de repartir entre todos, cobrando un recargo del diez por ciento. Dos eran números fijos y el tercero se adquiría aleatoriamente, pero tenía que estar acabado en 6. Ese último fue el que resultó agraciado en el sorteo y la mujer de 77 años se encargó de ir avisando a todos ellos del premio.

Los recelos llegaron cuando tres de los amigos a quienes les dieron el décimo el día posterior al sorteo se enteraron de que la acusada contaba con un décimo del mismo número que había sido agraciado con el premio especial a la fracción y que ascendía a 1,2 millones de euros.

Apoyos de dos amigas

Algunos de los compradores la denunciaron reclamando la parte que les correspondía del premio. Dos de las mujeres del grupo de amigos, a las que les entregó el décimo con anterioridad al sorteo, renunciaron a emprender acción judicial alguna y respaldaron a la acusada durante el juicio. De hecho, aseguraron que seguían comprándole décimos aún después de lo ocurrido.

Una de las claves del fallo es que se considera probado que antes del reparto ninguno de los jugadores tenía reservada en exclusiva fracción alguna de los décimos adquiridos. La defensa de la mujer, que ejercieron las abogadas Alicia Bauxili y Adela Hernández, sostuvo que no había ningún título por parte de los querellantes que les confiriera derecho alguno sobre la fracción propia, por lo que la acusada no tenía ninguna obligación de entregar el importe del premio, unos argumentos que respaldó el Supremo.

«Cinco años después ni siquiera ha podido disfrutar del premio, mientras que en el pueblo hay gente que todavía la señala acusándola injustamente de haberse quedado dinero», aseguró a este diario Bauxili, que confió en que la resolución del Alto Tribunal limpie el nombre de su defendida. La mujer adujo en el juicio que separó su décimo antes del reparto y que había guardado en la cartera los números de sus amigos para repartirlos, un extremo que la Audiencia no creyó probado.