De salvar vidas en la ruta migratoria más mortífera a vigilar las playas de Moraira

Salva Perelló advierte de que el Mediterráneo turístico y de las alegres vacaciones es también una «gran fosa común»

Trabaja 6 meses al año de rescatador en el barco de Médicos Sin Fronteras

Imagen de Salva Perelló tomada este viernes en l’Ampolla de Moraira;compagina su trabajo en misiones humanitarias con el de salvamento en las playas.

Imagen de Salva Perelló tomada este viernes en l’Ampolla de Moraira;compagina su trabajo en misiones humanitarias con el de salvamento en las playas. / A. P. F.

alfons padilla. teulada moraira

Salva Perelló, de 54 años, conoce las dos caras del Mediterráneo. Durante 6 meses trabaja de rescatador en el barco Geo Barents, de Médicos Sin Fronteras. Forma parte del equipo profesional que salva a las personas que buscan esperanza y un futuro y surcan la ruta migratoria más mortífera del mundo, la del Mediterráneo central. Salva también es responsables de formación de la Federación de Salvamento y Socorrismo de la Comunitat Valenciana y responsable de formación de SVS, firma con la que trabaja en la vigilancia de las playas de Teulada Moraira.

De salvar vidas en la ruta migratoria más mortífera a vigilar las playas de Moraira

Salva es rescatador de Médicos Sin Fronteras / Levante-EMV

Este experto rescatador sabe de las dos realidades del «Mare Nostrum», la del turismo y las felices vacaciones y la de la tragedia de la inmigración que ha convertido este mar en «una gran fosa común». «Aquí, en esta orilla del Mediterráneo, me sorprende mucho que los turistas se enfaden cuando izamos la bandera roja y no se pueden bañar. No somos conscientes de nuestros privilegios», advierte Salva, quien también es presidente de la ONG Solidaridad Internacional del País Valencià.

De salvar vidas en la ruta migratoria más mortífera a vigilar las playas de Moraira

Migrantes hacinados en una embarcación de pesca destartalada / Levante-EMV

Comprometido y solidario, decidió hace seis años y medio embarcarse en su primera misión humanitaria. Con la ONG Proemaid, acudió a la isla griega de Lesbos. Participó en el Proyecto Agua, que consiste en enseñar a nadar a los migrantes y ayudarles a superar el trauma del mar. Salva descubrió que la cooperación daba sentido a su vida. También empatizó con la desesperación de esas personas que se suben a embarcaciones precarias (pateras, cayucos, pesqueros destartalados) y que, hacinadas y en condiciones infrahumanas, tratan de alcanzar la Europa de la prosperidad. «Buscan un futuro y los convierten en un número, en un animal. Nuestra misión, además de rescatarlos, es darles dignidad», afirma.

Salva también ha constatado el naufragio absoluto de los valores de una Europa que, ante el drama migratorio, es insolidaria e incluso despiadada.

Luego participó en misiones con las ONG alemanas Sea-Eye y Sea-Watch. Sus vacaciones las dedicaba a la ayuda humanitaria. Pero quería involucrarse todavía más. «Hace dos años tuve la oportunidad de trabajar con Médicos Sin Fronteras (MSF). Pude dedicarme profesionalmente a lo que yo soy, que es rescatador». Desde entonces trabaja durante seis meses al año en las misiones del Geo Barents.

«Para mí es un compromiso vital. Mi familia sabe que voy a estar medio año fuera de casa. Lo entienden», afirma.

Salva advierte de que las crueles devoluciones y las trabas de los gobiernos europeos no van a frenar la inmigración. Señala que hay refugiados que escapan del cambio climático (la sequía los obliga a migrar para sobrevivir), de las guerras, de la represión ideológica, religiosa, sexual o de la pobreza extrema. Esa diáspora no se puede parar con barreras, fronteras y con las mil dificultades que los países europeos ponen a las ONG.

El relato de los rescates sobrecoge. Salva recuerda un ocaso en el que iban encontrando embarcaciones fantasma, vacías. «Era una atmósfera de cementerio». También alude a las miradas desesperadas, al miedo, a la esperanza, a los traumas por las torturas y la represión. Afirma que los migrantes, el primer día de ser rescatados y tras el aseo, están destrozados y exhaustos. Al recuperarse, protestan dado que ven que los puertos quedan atrás (las trabas de los países). «Es en ese momento, cuando protestan, cuando nosotros nos alegramos porque están recuperando su dignidad y reclamando sus derechos. Para nosotros es importante que se sientan de nuevo personas».

Salva Perelló, mientras trabaja estos meses en el servicio que presta SVS de vigilancia y salvamento en las playas de Moraira, lucha contra una enfermedad que le diagnosticaron hace poco. «Solo pienso en recuperarme lo antes posible para poder volver a embarcarme con Médicos Sin Fronteras y ayudar en esta gran crisis humanitaria que está ocurriendo en nuestro mar, en el Mediterráneo».