Cincuenta y dos años de sacerdocio en un mismo destino dan para contar mucho, pero más allá de los aspectos materiales, cuando se le pregunta por esa prolongadísima estancia en la iglesia de Sant Llorenç de Benirredrà, Antonio Navarro Moros recurre a lo intangible: «Yo de lo que me siento más satisfecho es de que haya habido armonía y paz».

Con ese mensaje se queda el sacerdote, de 79 años y natural de Sagunt, que llegó con apenas 22 a Ontinyent, su primer destino, y seis años después, se asentó en Benirredrà y en la ermita de Marxuquera, en Gandia.

Cuando habla de paz y armonía Navarro pone como ejemplo que, en la misa de despedida, celebrada el sábado pasado con decenas de personas dentro y fuera del templo, estaban todos los alcaldes vivos: Pasqual Ivars, Loles Cardona, Cristina Gutiérrez y la actual, Elena Blanco que, en la ceremonia, expresó, en nombre de los vecinos, su gratitud por la labor desarrollada.

Entre muchas otras personas, a esa misa de despedida acudió el vicario episcopal de la Safor, Francisco Revert, el abad de Gandia, Ángel Saneugenio, y muchos amigos, entre quienes llamó la atención Jorge Rodríguez, alcalde de Ontinyent y expresidente de la Diputació de València. Antonio Navarro explicó a este periódico que en su primer destino, en la capital de la Vall d’Albaida, hizo amistad con los padres de Rodríguez y esa relación se fortaleció con toda la familia.

Además de quienes, cumpliendo las normas anticovid, llenaron la iglesia, y de los que escucharon la misa a través de los altavoce que el ayuntamiento instaló en la plaza, en esta despedida estuvieron representantes del colegio de les Carmelites de Gandia, donde fue secretario , la superiora de la congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, Fina Benirredrà, el arquitecto Fernando Mut, que dirigió los trabajos de restauración del templo, y el propio restaurador, Xavi Ferragud.

Especialmente relevante es la última gran obra desarrollada en el templo de Sant Llorenç, concluida hace apenas dos años, que permitió recuperar las pinturas ocultas, de alto valor. En dos fases, desde el año 2008, se invirtieron más de doscientos mil euros, parte de ellos aportados por la diputación, el ayuntamiento y la propia parroquia. También en la gandiense ermita de Marxuquera llevó a cabo obras de mejora.

Ahora, tras su despedida, a punto de cumplir 80 años, «don Antonio», como lo conocen tanto en Benirredrà como en Gandia, afronta una nueva etapa de su vida. «Voy a hacer lo mismo, pero sin obligaciones», cuenta a este periódico. Y después aclara que se va a vivir a un apartamento de la playa que compró hace 40 años y que él ha quedado adscrito a la parroquia de Sant Nicolau, en el Grau, para ayudar a quien lo precise.