Una goleada ante Ecuador ha servido a Suiza para estar en la siguiente fase y poner así la guinda a una generación de oro. En ella, Shaqiri es el líder, así lo demostró desde el principio, pero como todo jefe, un ejército es fundamental. Con ese equipo pretende intimidar el combinado helvético a Argentina, y lo cierto es que están capacitados para ello, sobre todo por ese centro del campo, una mezcla de músculo y calidad que permiten robar, salir rápido, combinar y definir con una habilidad que pondrá en mucho peligro el rumbo albiceleste en el Mundial.

En los tres partidos de la primera fase Argentina ha demostrado seguir de la mano de Messi y poco más. Di María no ha tomado la importancia esperada después de una buena temporada en el Madrid. Higuaín y Agüero están en la sombra casi por culpa del esquema de Sabella, que tiene claro que para favorecer a Messi, el resto del equipo deben ser actores secundarios. Con ese estilo de juego surge un grave problema, que se vio ante Bosnia, pero sobre todo ante Nigeria e Irán. En estos dos encuentros, Musa (Nigeria) y Reza (Irán) fueron un dolor de cabeza para la defensa argentina, que sin la ayuda necesaria del centro del campo se vio perdida. Y es que, Gago todavía está lejos de ser el referente creativo que merece la albiceleste.

Con todas esas dudas aparece la selección de Suiza. Un bloque compacto, con las ideas claras y que solo ha tenido una noche gris en este campeonato, ante Francia. El resto fueron alegrías, como aquella en el minuto 90 ante Ecuador que bien valió un pase. Ese miércoles, ante Honduras su fútbol volvió a mostrarse magnífico y lo es por varios motivos. Primero y principal, un centro del campo de mucho trabajo. Inler y Behrami forman un doble pivote que da libertad a la zona de mayor calidad. Es ahí donde aparece el trío letal. Mehmedi, Xhaka y sobre todo Xherdan Shaqiri, el adalid de un equipo que culmina su capacidad goleadora con un jovencísimo Drmic, un delantero que a sus 21 años ha tomado el Mundial como un escaparate perfecto y ha sido capaz de sentar en el banquillo a Seferovic.

Si Shaqiri es el líder de este equipo, su jefe máximo es Ottmar Hitzfeld, quien a pesar de haber logrado entretener al mundo del fútbol con su esquema, todavía presenta algunas lagunas que el aficionado no perdona. Ante Honduras solucionó una de ellas. Su alineación pedía a gritos desde el comienzo del Mundial a Fabian Schar, un central de garantías, con buena salida de balón y capacitado en el juego aéreo. Incomprensible parecía no verle más a menudo en este equipo. Ahora, la portería es el único espacio que no demuestra total justicia. Sommer continúa viendo desde el banquillo como Benaglio disputa todos los minutos. Impotente por saberse mejor, la última decisión siempre la toma el técnico y en eso Hitzfeld, a pesar de la poca lógica, lo tiene claro.

A pesar de las extrañas decisiones que siempre puede conllevar el papel de un entrenador, es totalmente justo alabar al técnico alemán por la construcción de un bando de futbolistas que no tiene techo. Él les ha dado la confianza necesaria para seguir creciendo y ante Argentina en octavos se les presenta una ocasión de oro, esa con la que han soñado desde que comenzaron a pegar patadas a un balón. En Brasil y ante la albiceleste con los cuartos de final en el horizonte. Podrán quedar eliminados, pero si hay algo que está claro es que Suiza no es ninguna Cenicienta al lado de Messi, Di María, Agüero y compañía, y que éstos tendrán que sudar la gota gorda para derrotar al perfecto ejército helvético.