La precipitada y forzada salida de José Luis Olivas de Bankia ha terminado por llevar a la vicepresidencia de la entidad al empresario Francisco Pons, con el respaldo de la Generalitat y de la todopoderosa AVE, que presidió hasta principios de este año. Tras semanas de tiras y aflojas, de un pulso nada soterrado, Rodrigo Rato parece haber aceptado como su tercero, al menos sobre el papel, a un reconocido representante del empresariado valenciano, consciente quizás finalmente de la importante cuota de mercado que la Comunitat Valenciana representa para su banco y tras las afrentas que han representado para las fuerzas vivas autonómicas la desfeta del Banco de Valencia y la preadjudicación de Ribera Salud a un grupo foráneo. No deja de ser paradójico que su nuevo vicepresidente vaya a ser una persona de confianza de Juan Roig, cuyo yerno aspiraba a quedarse con la empresa sanitaria controlada por Bancaja y CAM.

La marcha del todavía presidente de Bancaja —aunque todo parece indicar que también tiene las horas contadas en este cargo— disparó todas las alarmas entre políticos y empresarios locales, que la interpretaron como una pérdida de capacidad de influencia en la entidad nacida de la fusión de la caja valenciana y Caja Madrid. Una circunstancia que podría resultar catastrófica para los intereses autonómicos tras la práctica desaparición de los buques insignia del sistema financiero local. La pretensión del exvicepresidente del Gobierno y ex director gerente del FMI de hacerse con todo el poder en Bankia chocó finalmente con una tímida resistencia desde Valencia. La intervención del presidente de la Generalitat —tras meses de parálisis del ejecutivo autonómico y empujado por el malestar de los círculos económicos— incluso ante Mariano Rajoy pudo frenar, cuanto menos momentáneamente, las aspiraciones de Rato. Alberto Fabra ha apostado por un empresario con ascendente sobre sus correligionarios. Por eso, se dirigió inicialmente al presidente de Mercadona, auténtico factotum de los patronos valencianos, quien ha participado de forma activa y protagonista en la designación del candidato final.

En sectores financieros, que no empresariales, se plantea ahora si el elegido reúne el perfil más apropiado para las actuales circunstancias en una entidad de las características de Bankia. Hay quienes recuerdan que Pons participó en la creación de Caixa Popular y el grupo cooperativo articulado a su alrededor. Pero su trayectoria posterior se ha centrado en el mundo de la empresa, alejado completamente del bancario. Y si lo que se pretende es hacer valer el peso valenciano en Bancaja, necesariamente habrá de estar encima de la gestión de la entidad, para evitar que las grandes decisiones lleguen a su mesa ya adoptadas por el equipo controlado por Rato, sin prácticamente margen de maniobra. Además, se encontrará con una dificultad añadida: la vuelta a Valencia de la mayor parte de los altos cargos de Bancaja marginados en Madrid —empezando por el propio Aurelio Izquierdo— le privará de apoyos cruciales en el aparato técnico, de gestión, de Bankia.

La cuestión, por tanto, es si Rato ha terminado por aceptar a Pons a su mesa como concesión simbólica a la sociedad valenciana o está realmente dispuesto a considerarlo en su papel de vicepresidente ejecutivo. Es decir, si nos encontramos ante un cargo florero o que realmente cumplirá con las funciones atribuídas en el pacto de fusión. El presidente de AVE, Vicente Boluda, ya advertía ayer que no se habían movilizado para que representara ese papelón. Pero al mismo tiempo admitía que se conformarán con que sea al menos un vicepresidente «algo» ejecutivo, en lo que parece una aceptación casi explícita de una pérdida de influencia. En definitiva, es clave saber cuál es el margen de maniobra con el que contará Pons y la capacidad de que dispondrá para reivindicar y hacer valer el manido pero capitidisminuido «poder valenciano» en la entidad. El respaldo y el mandato lo lleva. Pero enfrente tendrá una poderosísima maquinaria cuyo máximo responsable ya ha demostrado con creces que es un auténtico killer dispuesto a todo.

Y por último, ayer no dejaron de llamar la atención las formas. Una decisión que al menos por una cuestión de imagen debería haber correspondido a Bancaja, se la adjudicó un grupo de presión empresarial ajeno a su consejo de administración. Esta implícita reivindicación dejó también al propio presidente de la Generalitat en un papel próximo al de mera comparsa de cara a la opinión pública.

¿Y la autocrítica?. Nuestros empresarios lloran desconsoladamente por la pérdida de las entidades financieras valencianas. Sin embargo, todavía no he oído a ninguno formular una mínima autocrítica por su cuota de responsabilidad en su hundimiento. Por haber recurrido a cajas y bancos —sin parase en mientes ni peligrosas amistades— para sus negocios inmobiliarios y de otro tipo apelando al patrioterismo y la amistad en vez de a la viabilidad.