La geometría de los días no es como la de los demás seres, cosas y categorías. Los días tienen dos dimensiones, que son la velocidad y la hondura. Hay días veloces y días lentos, y eso se descubre ya al poco de despertar: el reloj se mueve con su proverbial monotonía, pero el día es más rápido o más lento. En cuanto a la hondura, hay que precisar algo más. Desde luego, hay días casi planos, en los que todo transcurre como en un decorado sin profundidad, y otros cóncavos, en los que el primer plano de imagen se abre en seguida a otros que hay detrás, a veces en una sucesión casi infinita y muy estimulante. Pero en esta segunda dimensión hay también días convexos, que intentan expulsarnos de su seno, echarnos fuera. El mejor modo de convivir con los días es acomodar el cuerpo a su geometría, sin intentar forzarla. Es muy aconsejable dedicar a esta tarea la primera media hora, en ayunas.