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Justicia poética

En un mundo perfecto, el dios del fútbol hubiera permitido a Xavi Hernández cerrar su historia en la selección española como lo hizo David Villa ante Australia. Ahora su caso espera en el limbo a que se le haga justicia poética. Y en España ya se sabe que toda clase de justicia es, como mínimo, lenta.

Solo por asistir a la despedida del Guaje valió la pena sentarse ante la televisión a ver el partido en que España solo se jugaba la honra después de perder los barcos. Y Villa fue maravilla una vez más, con la alegría de un juvenil y hasta el talón afilado. Por fin un gol de jugada y besos de verdad al escudo. Como un niño asturiano, se quejó de abandonar el campo antes de tiempo. Él solo quería jugar y nos recordó que de eso se trataba. Gol de Villa, gol de Torres? Por un momento el equipo quería recordarnos al que en 2008 empezó a romper todas nuestras maldiciones. ¡Hasta siempre!

Al menos la última victoria sirvió para atemperar los ánimos. Con el 0-2 a favor, los comentaristas ya empezaban a otorgarle a Vicente del Bosque el beneficio de la duda. En la balanza pesaba más la añoranza agradecida por las victorias que la ira amarga de las derrotas, al menos por unos minutos. Aunque tampoco es plan de ir a darle un abrazo a Iker Casillas, que es lo que pide un anuncio en el descanso. ¡Joder con la publicidad de la selección! Parece que solo los de Cruzcampo habían previsto la derrota y tenían un plan B: un anuncio que habla del corazón y al que Busquets pone voz con toda la pena del mundo. Si la publicidad es un reflejo de la sociedad, nos ha vuelto a pillar la explosión de una burbuja. Esperemos que la futbolística, al menos, no nos castigue con otra hipoteca.

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