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Quién te ha visto y quién te ve, VCF

Mayor calidad técnica en ataque y más contundencia defensiva en la zaga. Estas son las dos grandes cualidades que muestra este año el Valencia y que le sirven para marcar distancias con respecto al equipo del curso pasado. Entonces, superada la cuarta jornada de Liga, el conjunto que dirigía es un decir Djukic, comenzaba a desesperar a sus parroquianos, al haber sumado un sólo triunfo tres puntos marcado tres goles y encajado nueve. Hoy, en víspera de afrontar el quinto partido contra el mollar Córdoba recién ascendido, el equipo de Nuno Espírito Santo presenta una tarjeta muy diferente: está imbatido. Con tres triunfos y un empate a domicilio, ha logrado diez tantos por tan sólo un par recibidos, lo que le sitúa segundo en la clasificación, un puesto que no cató en todo el año anterior. La diferencia entre ambas trayectorias es abismal. Cierto es que a estas alturas de aquella campaña, un Barça demoledor ya había pasado por Mestalla. El resto del calendario fue de un nivel parecido. Resulta indiscutible por tanto, a la vista, no sólo de los datos sino sobre todo de las sensaciones que desprendía aquel equipo y las que transmite el actual, que la mejoría es evidente. El personal ha pasado de la frustración, a la algarabía. Este VCF disfruta con la pelota. Aquel, sufría horrores cuando la tenía en su poder.

Las razones de un cambio tan sustancial, a parte del mayor nivel técnico de la plantilla ya reseñado, hay que buscarlas también en el banquillo. Este desconocido Nuno, que aterrizó rodeado de reticencias y de ignorancia hacia su trayectoria, nada tiene que ver con aquel conocido Miroslav que tantas esperanzas despertó a su llegada. Todas, en vano. El técnico portugués ha impuesto cordura en las relaciones con sus futbolistas, ecuanimidad en sus decisiones y naturalidad en el modelo de juego elegido, de acuerdo con las características de las piezas que posee. El serbio, en cambio era apriorístico en sus elecciones, y terco en su contumacia. Al poco de llegar, el vestuario dejó de creer en él. O sea, un desastre. Juan Antonio Pizzi ya le dejó en evidencia. Ahora, Nuno ha sabido granjearse la confianza del grupo, que asume sus decisiones por justas y coherentes. Subsanada aquella anormalidad que tanto lastró al Valencia de hace un año, este equipo se muestra seguro de sí mismo y juega con intensidad y armonía entre sus líneas.

Pero, fundamentalmente, ha dejado de ser aquella calamidad defensiva. El coladero se ha taponado. Es evidente que Otamendi no es Ricardito Costa. El central argentino ha impuesto su jerarquía en la zaga, donde ordena, manda y ejecuta con una autoridad que hace mucho tiempo que no se observaba en el VCF. Desde que se marchó Fabián Ayala, la zaga no desprendía esa seguridad, esa categoría para imponerse sobre los rivales.

En el centro del campo, se ha consolidado Javi Fuego, no sólo en su condición de pivote defensivo entre los centrales, sino en el manejo de balón para darle salida al equipo. El asturiano, tan univalente antes, es ahora otro canalizador. Dani Parejo se agiganta cada jornada y cuenta con un fino interior, André Gomes, para dar continuidad al juego. Él y Rodrigo han aportado las dosis de técnica que tanto necesitaba el equipo. Y Paco Alcácer, con el que Djukic apenas contaba, crece, y crece, y crece...

Esto no ha hecho más que empezar. El calendario es generoso. Los huesos aún están por roer. Pero de momento, como suscribía ayer en estas páginas Javier Subirats, este VCF «suma, sigue e ilusiona». Que ya era hora.

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