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Vicente del Bosque y los codazos

En el fútbol „tal que en la vida„ es frecuente que ciertas evidencias encuentren una durísima resistencia hasta ser admitidas. Es el caso de Vicente del Bosque, empecinado en alinear a Iker Casillas, por encima de reflexiones opuestas, y obstinado en contar con Diego Costa, contra viento y marea. Está obviando la certeza de que el emblemático portero no atraviesa su mejor momento de forma, así en el Madrid como en la Selección. Y que el delantero hispano-brasileño, enfundado en la casaca roja, no ve puerta. Su balance, hasta ahora, es demoledor: seis partidos jugados, cero goles conseguidos. En cualquier equipo, esos números del delantero centro, le conducirían sin remisión al banquillo. (Con la ignominiosa excepción de Hélder Postiga, en el Valencia de Djukic. Así les fue a ambos).

Volvamos a lo nuestro. Casillas viene encajando desde hace unos meses, goles de verbena, como el recibido la otra noche en Eslovaquia. Y ello a pesar de que al estadio de Zilina, saltó reconfortado con la bendición apostólica y el auxilio espiritual del reverendo padre Gabilondo S.J., ante quien el fiancé de la Carbonero se confesó. No estaban, como parecía, sentados frente a una mesa, no; más bien se les intuía arrodillados en sendos reclinatorios. Tal fue el clima de profundo arrebato que embargaba a ambos personajes en su entrevista del Plus. Como si hubieran caído en trance místico. Pero ni por esas. Iker está como La Chata. Y Del Bosque forma parte del equipo médico habitual que se ha empeñado en rescatarle de las garras del maligno, encarnado en Florentino, y exorcizarle de la remota influencia del pérfido Mourinho.

Por su parte, el nunca suficientemente bien ponderado Diego Costa, pese a las reiteradas oportunidades que le concede el técnico, tiene el olfato taponado y padece ceguera aguda ante el marco. La sequía goleadora es, a veces, un episodio coyuntural y pasajero, pero también viene siendo una obviedad que el delantero del Chelsea no acaba de encajar en el alambicado estilo de juego que viene practicando La Roja. Por contra, Paco Alcácer, cuyas apariciones se cuentan por goles, todavía no ha logrado conquistar el corazón del técnico.

Lo más curioso es que, sin haberse pronunciado Del Boque, sus azacanes mediáticos, siempre dispuestos a hacerle el trabajo sucio, con tal de seguir disfrutando de sus prebendas informativas, ya anticipaban el lunes, cuando la selección no había ni entrenado, que ambos, portero y delantero, serían titulares el jueves. Es más, el avispado Vicente Bau, que está a la que salta, aseguraba el miércoles en estas mismas páginas que, pese a la rotundidad de sus números, que Alcácer sigue estando por detrás de Costa en las preferencias del seleccionador. Y si lo afirma él, que cuenta con dóciles alguaciles en Las Rozas y demás territorios de Ángel María Villar, no seré yo quien se atreva a desmentir su autorizada opinión.

Muchas veces las evidencias, por rotundas que se presenten, han de abrirse paso a codazo limpio, hasta avanzar y situarse en la primera línea que les corresponde. Afortunadamente la realidad es muy tozuda y termina por imponerse, pese al empeño de algún asustadizo, empeñado en ocultarla, acallarla, disfrazarla o, simplemente, ignorarla.

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