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Clásico de contrastes

Aunque sus arrabales estén poblados de botarates, majaras y otros desequilibrados, el fútbol siempre fue un juego de equilibrios. Los grandes equipos son un modelo de contrapesos tácticos. La Hungría de Ferenk Puskas, que en los años 50 lo ganaba todo, acabó endosándole un sonrojante 3-6 a la orgullosa Inglaterra, hasta entonces imbatida en Wembley; el Ajax de Rinus Michels inventó la modernidad; el Milan de Arrigo Sacchi implantó el imperio de la lógica en un mundo irracional; el Barça de Pep Guardiola rompió esquemas y estadísticas... Todos ellos son ejemplos de escuadras armónicas, de simetrías que se plasmaban sobre el césped, con sus líneas moviéndose de forma acompasada y armónica. A eso también pretende jugar ahora el Barça de Luis Enrique. Pero no es esta la única modalidad de fútbol, ni siquiera la más plausible.

Otra variante, tan respetable como aquella, es la que ofrece el Madrid actual, pertrechado hasta los dientes en torno a Cristiano Ronaldo, a semejanza de aquel mítico once que acompañaba a Alfredo di Stefano. Ambos, futbolistas excepcionales y atletas poderosos, arropados por grandes jugadores mejores los que rodean ahora al portugués que los que entonces formaban piña con La Saeta. El equipo de Carlo Ancelotti es como las piezas sueltas de un puzzle, aparentemente indescifrables, pero que acaban componiendo una imagen sorprendentemente atractiva.

El fútbol actual exige, cada vez más, una perfecta organización de los jugadores, un buen equilibrio entre defensa y ataque, a fin de contrarrestar los planteamientos del rival e imponer los propios. Eso requiere de una coordinación de movimientos entre las líneas y de un nivel de concentración máximo. En esta guerra tribal e incruenta, la táctica es la ciencia que emplea las artes más adecuadas para mover a los combatientes sobre el campo de batalla de manera eficaz, con orden, rapidez y autoprotección recíproca entre los guerreros del mismo bando. Y sin perder de vista los medios con los que cuenta el adversario a la vez que se aprovechan los propios.

Si todos estos cánones del fútbol se cumplen esta tarde en el Bernabéu, el Barça es el favorito.

Pero en este juego hay un punto de locura desatada, de pasión incontenible, de lógica quebrada y de componentes absurdos, esotéricos, azarosos, que el Madrid maneja como nadie. Se trata de un equipo que ataca a borbotones, que genera fútbol de alto voltaje. Con sus fogonazos de inspiración ciega al contario. En medio del caos, se desenvuelve a placer. Por eso propone una confusión aparente, para poder sacarle rentabilidad a la locura. Así que si logra conducir el choque por esos derroteros, a base de oleadas, el Madrid se impondrá de calle. Por contra, si el Barça es capaz de asentarse con orden y cordura, llevará todas las de ganar.

Promoción gratis de TVE. Quienes se han puesto las botas son las televisiones que emiten el partido. Su éxito de audiencia está garantizado, gracias, sobre todo, a la campaña de promoción que vienen haciéndoles, de forma gratuita, los restantes medios, fundamentalmente esas radios que no hablan de otro asunto. Y también TVE. Sus telediarios hace un mes que nos dan la tabarra con el clásico. Eso sí, con el inconfundible sesgo madridista que imprimen el inevitable Jesús Álvarez o el expresivo Sergio Sauca. Era como si durante el tiempo dedicado al partido, el TD se evitara hablar del ébola y la ministra Mato; o de Rato y las tarjetas opacas; o de los profundos silencios de Rajoy... En fin, de todo menos del porco goberno. Eso, como decían Tip y Coll, queda para la semana que viene, antes de que nos vuelva a pillar otro partido del siglo.

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