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Las dudas de Mònica

Recolocarse es muy difícil para cualquiera, también para los que han provocado el cambio. Por eso estoy contra las revoluciones: sus primeras víctimas son los revolucionarios, incluso cuando se trata de revoluciones indispensables, que las hay. No creo que pertenezca, ni de lejos, a esta categoría la inminente provisión de plazas en la Generalitat Valenciana. Comprendo muy bien a Mònica Oltra: ha sido la gran esperanza, la revelación política de varias temporadas, la preferida de Pablo Iglesias y, sobre todo, la corajuda mujer del pueblo que dejó con el culo al aire a centenares de mangantes de esa banda organizada que es el PP valenciano.

Hasta ahí todo más o menos claro. Pero Mònica Oltra no ha obtenido la mayoría de los votos, ni siquiera es el segmento dominante entre los electores de izquierdas, sólo „y nada menos„ una gran esperanza y un corazón bravo. Aún comprendo mejor su posición actual: si entra en el gobierno como segunda de Ximo Puig, su papel quedará un tanto desdibujado y tampoco podrá ejercer la oposición con esa brillantez a la que nos tiene acostumbrados y, por cierto, tan infrecuente en otros líderes de izquierda, moderada o no. Sí, no es fácil su cometido, pero no ha obtenido ni la mayoría relativa de los votos y, aunque no pienso hacer de arúspice y leer en las entrañas de esa abstracción social llamada electorado para ver cuál ha sido su mensaje, está claro que los votos del cambio superan, con mucho, a los de la inmovilidad.

Así pues, no veo horizonte más viable que el del pacto PSOE-Compromís con Ximo Puig de president y Podemos de posible tercer socio, pasivo o activo, y la vista puesta en noviembre, cuando se juega el premio gordo y la redefinición, más o menos asumida o declarada, de las alianzas. Así es y he de decir que a mi no me asusta un gobierno PSOE/Ciudadanos, aunque se trate de una combinación conservadora. Lo es, pero también es nueva, trae el aire fresco de la decencia y otra sensibilidad. Desde la óptica de un ciudadano cualquiera como yo, no sería una tragedia. O sea, que Mònica verá.

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