Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Black Friday" político

«Primum vivere deinde philosophari» pero nuestros políticos no hacen caso. El mitin hoy de Mariano Rajoy en el Hemisfèric cierra una semana política en la que se aparca la gestión y se acentúa el oficio del diletante. Los hemos visto abandonados ya al mercadeo de ocurrencias, ajenos al mandato ciudadano. Desfilan por los platós sin rubor -hace tiempo que el parlamento se trasladó al ámbito catódico- y compiten por ofrecernos su lado más humano en una carrera paroxística. Aquí como no tenemos tele es el cascarón del canal apagado lo que concita la inopinada atención editorial. Sospechamos que el morbo por la cosa es puramente corporativo y resultan inquietantes esas excursiones que han mostrado al detalle el sancta santorum de Burjassot. Tarea de diván.

Confusión. Hoy que también viene Albert Rivera quizás podría explicarle Carolina Punset -su reino no es de este mundo- por qué vota contra el resto de Ciudadanos en el parlamento. O podríamos preguntarnos por las verdaderas razones de que PSPV y Compromís hayan roto esta semana la disciplina de voto en las Cortes. O por cuantas consellerias piensa pedirle Antonio Montiel a Ximo Puig si junto a Mónica Oltra dan el sorpasso valenciano. Hay mucho ruido, más allá del intento de adaptar esta sociedad al realismo mágico, la patria imaginada.

En la cresta de la ola.. Otra película, «Jerry McGuire», arranca con las palabras de Tom Cruise sobre el crecimiento exponencial de la población mundial que en dos décadas pasaría de 5.000 a 7.000 millones de almas. Han transcurrido veinte años del estreno de esta fábula sobre la codicia y el deporte y se ha cumplido la profecía. El gran problema del mundo hoy es que somos muchos y que las diferencias entre los que tenemos de todo y aquellos que no tienen de nada son abismales. Esto ha sido así desde los tiempos de Lawrence de Arabia. Ocurre, sin embargo, que a diferencia de entonces esa brecha es conocida hasta en el más putrefacto rincón del mundo gracias a la democratización tecnológica e informativa. Es precisamente la generalización del conocimiento con independencia de la renta lo que genera ese imparable tsunami de desesperación que hace peligrar Schengen.

Valencia CF. El valenciano es un pueblo «desempoderado», en la jerga actual. Miren el caso del Valencia CF. Por mucho que sus porta parole propaguen que la figura de Peter Lim ha convertido la CV en la tierra de promisión de Singapur en forma de inversiones, la cosa no se sostiene. Más todavía si los que gobiernan son la mayoría del Barça. Son malos tiempos para el valencianismo, abandonado a su suerte, en manos de un poder difuso, lejano y penando contra el general invierno en San Petersburgo o en Mestalla. A pelo cambiaríamos a Nuno por Benítez, vilipendiado en la villa y corte. Pero no caerá esa breva. Dirán que lo tenemos bien merecido y no les falta razón.

Privatizan el mar. Este es un país de diletantes, de aficionados. Que gestionen otros. Los valencianos somos expertos en ofrendar nuevas glorias y si podemos regalarlas. Ya no somos soberanos sobre nuestro futuro financiero, audiovisual o deportivo y ahora nos disponemos a privatizar uno de los últimos ámbitos todavía en poder indígena. Yo me preocuparía menos de las selecciones nacionales valencianas y más del siguiente conflicto: estamos a punto de dejar la gestión de nuestro litoral -de sus clubes náuticos en concreto- en manos de los «florentinos» de turno.

Clubes náuticos en peligro. Los clubes náuticos -instituciones que cultivan la vertebración social y ciudadana, el asociacionismo y el fomento del deporte- son concesiones administrativas del Estado. Obras Públicas pretende acogerse a una interpretación economicista de la norma para sacar a concurso la gestión de los clubes cuya concesión ha caducado. El cambio de statu quo supone que puertos de profundo raigambre como Altea, El Perelló o próximamente Xàbia, puedan caer en manos de multinacionales o enormes conglomerados que concurren en competencia para hacer negocio con todo tipo de concesiones -construcción, obra pública, seguridad, mantenimiento industrial- y que no tienen entre sus finalidades el fomento de fines sociales.

Cultura deportiva. Está a punto de saltar por los aires la cultura marítima y deportiva de la Comunitat -algo nunca suficientemente ponderado- y se puede producir el sinstentido de que lo que ahora gestionan los socios organizados democráticamente -sin recompensa y con grandes sacrificios- pase a convertirse, simplemente, en un parking para embarcaciones de lujo que sólo observe el negocio porque la rentabilidad de la práctica deportiva es un intangible. La paradoja sería que un gobierno que se llama progresista arrancara la gestión de estas instalaciones a la gente para entregársela a los ricos o poderosos, en jerga tan vigente. Parece, no obstante, que no todo está perdido. Que en el interior del mismo Consell hay voces discordantes y que hay figuras que observan el conflicto con mayor perspectiva. La misma intervención del Director General de Deportes Josep Miquel Moya -un gestor consciente del problema al parecer- está siendo observada con gran esperanza por los afectados.

Compartir el artículo

stats