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Maite Mercado

Efecto ¡guauuu!

Vaya por delante que era una objetora de la cocina en televisión en cualquiera de sus variantes pero en mi habitual vagabundeo entre cadenas vi a David Muñoz en un mercado del sudeste asiático al estilo Callejeros viajeros y me hizo tilín.

Ya se pudo ver a Ferran Adrià en Un día en El Bulli o las diez horas sobre la historia del entonces mejor restaurante del mundo que se emitieron en TVE. Sin embargo, El xef es un formato diferente con la impronta de la productora de Planeta Calleja, que vio el potencial del madrileño de La Elipa tras participar en el espacio de aventuras, más allá de su peinado „ni Celia Villalobos sospecharía de la existencia de piojos en esa cabeza„.

Por supuesto, las críticas al protagonista no se han hecho esperar: ególatra, inculto, maleducado que no para de decir tacos e incapaz de explicar su cocina, de la manera en que algunos creen que debe explicarse, que obviamente no coincide con la de este chef con un restaurante tres estrellas Michelín. A pesar de la desaparición de los cocineros, convertidos en «chefs ejecutivos» o el exceso de «conceptos» y «catarsis» culinarias, El xef funciona. Entretenido, con ritmo, muestra el «mundo XO» del chico creativo que confía en su talento y en su instinto, que se divierte y resulta «agotador» en sus momentos de inspiración y cambios constantes porque siempre anda buscando que a los que prueban sus platos se les escape un «¡guauu!». Más de dos millones de espectadores siguieron el segundo episodio de la docu-serie que mejoraba las cifras de audiencia de su estreno y superaba otra vez a El Objetivo de La Sexta. Tendré que reconsiderar mi postura con los fogones porque aunque Cuatro dice que este no es un programa de cocina, Daviz Muñoz lo es y El xef es él.

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