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Las intimidades

Es evidente que Bertín Osborne no necesita ponerse en pijama en casa de nadie para conseguir con sus entrevistados más intimidad que Susanna Griso en Dos días y una noche. Los dos programas buscan el mismo objetivo pero si jugamos a las siete diferencias entre ellos nos salen diecisiete. Y la principal es la audiencia, porque el éxito de Bertín Osborne con En tu casa o en la mía no conoce techo. Esta semana su viaje a Oporto para visitar a Iker Casillas ha batido un nuevo récord de audiencia y ya van unos cuantos. El éxito de uno menoscaba los resultados discretos de la otra en su vuelta de tuerca a la entrevista de personajes populares.

El mayor problemas de esta aventura de Susanna Griso como huésped y entrevistadora es que la convivencia resulta forzada. Si no está guionizada, lo parece. Y eso es casi peor. La periodista con la maletita por la calle sería más creíble si no fuera aún más arreglada y maquillada que en plató. Se instala en casa de Cristina Cifuentes y, para empezar, el marido y los hijos desaparecen. Pues sí que vamos a conocerla en su ámbito privado. Se echa en falta la naturalidad de las situaciones en casa y se suplen con la política cosiendo, comiendo de McDonald´s o paseando en bici.

La exhibición de la presidenta de la Comunidad de Madrid como persona corriente seguro hace las delicias de su gabinete de prensa, pero de dar titulares, ni rastro. Tampoco diría yo que le saca todo el jugo a un clásico como Raphael en la insistente convivencia.

Mientras tanto, Bertín sigue a lo suyo: poniéndose el delantal, bebiendo vino y echando risas con la bendición del público soberano. Mucho tardaba en sacar nuevo disco.

PRINCESAS CASTAS. De intimidades, nada. Puede que ellas, en este caso y ante el ojo siempre abierto de la cámara, hayan interiorizado su versión Disney. O que los guionistas hayan decidido que es lo mejor para su reinado televisivo. O que las hayan seleccionado, entre otras virtudes, por su castidad. Sea como sea, las protagonistas de Un príncipe para tres princesas se muestran muy recatadas en las efusiones cariñosas con sus pretendientes. ¡Cómo ha cambiado el cuento! Quién lo iba a decir en tiempos de Mujeres y Hombres y Viceversa. Pese a los esfuerzos de los esforzados caballeros, los besos se dan con cuentagotas, casi siempre en las mejillas, y no falta la técnica de la cobra para esquivar, serpenteando, los acercamientos excesivos. Al programa le está faltando la chispa de otras ediciones o tal vez el formato ha agotado su capacidad de sorpresa. Pero de momento nadie podrá acusar a Marta, Yiya y Rym de convertir su trono en puro tronismo.

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